Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (12,3b-7.12-13):
Hermanos:
Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino por el Espíritu Santo.
Y hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común.
Pues, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.
Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
Ven, Espíritu ven
Después de la celebración de la Ascensión del Señor y a los cincuenta días de la Pascua celebramos hoy la Solemnidad de Pentecostés. Jesús que había dejado físicamente a los suyos, les prometió la llegada del Espíritu Santo, el cual permanecerá siempre con ellos. Asumida la Resurrección, cuando la Iglesia está comenzando a formarse, el Espíritu Santo pasó a ser el protagonista de la salvación. Él se encarga de recordarnos el mensaje de Jesús; Él nos guía a la hora de interpretarlo de modo que siga siendo actual en el mundo de hoy y de todos los tiempos; Él es el que nos impide anclarnos en el tiempo y no evolucionar en lo que hay que evolucionar; él nos purifica, nos enardece y nos templa para los duros trabajos del Evangelio. Con la celebración del día de Pentecostés se cumple la promesa de Jesús de enviarnos el Espíritu Santo, por eso era necesario que Él se fuera, la llegada del Espíritu Santo es la culminación definitiva de su misión, es el fin del tiempo de Pascua.
Es muy interesante comprobar cómo después de la llegada del Espíritu Santo, los apóstoles tuvieron que hablar con tal fuerza y tal convicción, que las barreras del idioma y de las fronteras saltaron por los aires, allí había gente de Judea, de Siria, de Egipto, de Libia, de Roma, de la isla de Creta, había árabes, y todos los entendían. Es decir, cuando uno vive con autenticidad el mensaje de Jesús, cuando siente lo que dice porque lo vive, todo el mundo te entiende y sabe lo que estás diciendo.
Está claro que el don del Espíritu Santo es el gran regalo de Jesús a los apóstoles y a todos nosotros. Ese Espíritu Santo nos sigue acompañando y nos convoca para dar testimonio de Él en el mundo. Es el Espíritu Santo que anima a todos los servicios, tareas, ministerios y comunidades que trabajan en nuestras parroquias: Catequistas, Voluntarias de la caridad, Pastoral de la salud, Cáritas, Coordinadores, Animadores… es el que nos empuja a nosotros a venir a las celebraciones, es el que nos anima a no estancarnos, a no permanecer quietos, que nos impulsa a descubrir, a investigar, porque todo ha sido creado por Dios. Nosotros lo recibimos en esta celebración y pedimos que se derrame generosamente sobre todos.
Se lo pedimos al Señor, y hoy con más fuerza que nunca, ya que la llegada del Espíritu Santo nos lanza a todos a la misión, la obra de Jesús es obra de todos, cada cristiano por el mero hecho de serlo es continuador de la obra de Jesús. El Espíritu Santo nos guía para hacer memoria de Jesús y ser así sus testigos, actuando unidos a Él, en su nombre y como Él. ¡Adelante!