Enriqueta Aymer de la Chevalerie nació el 11 de agosto de 1767 en el castillo de La Chevalerie, en la localidad de Saint Georges-de-Noisné, no lejos de la ciudad de Poitiers. Era la segunda de tres hijos de L. R. Aymer, Señor de la Chevalerie. Sus dos hermanos siguieron uno la carrera de las armas y el otro los negocios. Vivió la infancia feliz, de niña única entre dos hermanos varones y dentro de un medio familiar unido y cálido.

En los años 1792 y 1793, Enriqueta y su madre no dudaron en acoger en su casa a sacerdotes que se negaron a hacer el juramento constitucional, a pesar de ser ya por su posición social muy vulnerables en esa nueva situación que se abre entonces. Una empleada del vecindario las delata y madre e hija son llevadas a la cárcel de las Hospitalarias. La experiencia vivida en esas duras condiciones de la cárcel posibilita en Enriqueta el encuentro consigo misma y con Dios. En esos meses aflorará algo que estaba adormecido, su gran capacidad de interiorización, de profundidad.

En noviembre de 1794, después de averiguar qué sacerdote podría dirigirla, se acercó al P. Coudrin. Al oírlo en una misa que él decía, ella que andaba angustiada por su método de oración, encontró la paz: «No me equivoco, – se dijo -, ya que él predica como yo rezo». 

En los primeros meses de 1795, pidió ser admitida en la Sociedad del Sagrado Corazón. Finalmente fue admitida como externa. Su silencio llamaba de modo particular la atención. Siempre estaba allí, ante el Sagrario disimulado en el muro. Es entonces cuando, después de la experiencia de desierto vivida en la cárcel, se abre para Enriqueta otra fuente de inspiración decisiva, la contemplación. En 1976 aceptó ser superiora del grupo ‘Las Solitarias’. 

Por aquella época Pedro Coudrin comparte con Enriqueta su sueño de La Motte, para formar una familia religiosa. Y aunque no era la primera vez que charlaban sobre ello, esta vez todo comenzó a tomar forma.

El 25 de agosto las Solitarias pronunciaron sus primeras resoluciones: «Yo me consagro hoy día en forma especial a los Sagrados Corazones de Jesús y de María; tomo la resolución de vivir durante un año en la obediencia, en castidad y pobreza, deseando aplacar la cólera de Dios por mi fidelidad en observar estos medios de perfección…». Como dice Gabriel de la Barre: «ese germen… encerraba todo lo que se ha desarrollado después».

El P. Coudrin hizo sus votos «como celador del amor de los Sagrados Corazones» en la Nochebuena de ese año 1800. En la misma ceremonia, la Madre Enriqueta hizo también sus tres votos religiosos, probablemente con una fórmula paralela a la del Fundador. 

La visión del Buen Padre en el granero de La Motte (un grupo de misioneros,  una sociedad de mujeres, para extender el Evangelio por todas partes…) se había convertido en realidad. Es la fecha del nacimiento de la Congregación.