El pueblo de Tremeloo (Bélgica) lo vio nacer un 3 de enero de 1840. Hasta los 19 años vive con sus padres en la granja familiar, en ambiente campesino y allí, junto a su fortaleza física, se va desarrollando una generosa personalidad.
Por su hermano Pánfilo conoce la Congregación de los Sagrados Corazones, en la que profesará y pedirá ser enviado a las misiones de las Islas Hawai a los 23 años. Ordenado sacerdote en la Catedral de Nuestra Señora de la Paz de Honolulu, evangeliza en la isla grande de Hawai, durante 9 años, a pequeñas agrupaciones de nativos dispersos.
A sus 33 años, se ofrece voluntario para permanecer en la colonia de enfermos de lepra, confinados desde hacía 7 años en una pequeña península de la isla de Molokai, cárcel natural aislada por el mar y las montañas. Los enfermos, que morían casi a diario, eran sustituidos por otros contagiados a quienes, desde otras islas, se forzaba a encerrarse en Molokai.
Desde el comienzo se identifica totalmente con la situación, y se dirige a ellos con su conocido “nosotros, los leprosos”. Trabaja agotándose por aliviar físicamente y consolar religiosamente a centenares de enfermos, que así pueden vivir con serenidad y morir con esperanza.
Sus precauciones iniciales, van sin duda relajándose por la costumbre, la amistad, la necesidad, hasta que, tras 11 años de convivencia, él mismo es contagiado por la lepra. Durante 4 años la enfermedad corroe su cuerpo, pero no le impide declararse el misionero más feliz del mundo. Tampoco logra doblegarle.
Hasta que, en 1889, a los 49 años, muere de la fatídica enfermedad, satisfecho de que su obra quedaba consolidada con refuerzos de última hora de religiosos y religiosas. “Ya no soy necesario”, decía muriendo lleno de consuelo quien había trabajado en la casi más absoluta soledad.
El 4 de junio de 1995, solemnidad de Pentecostés, fue beatificado en Bruselas (Bélgica) por el Papa Juan Pablo II. Y el domingo 11 de octubre de 2009 fue canonizado por Benedicto XVI en la Basílica de San Pedro de la Ciudad del Vaticano.