La familia Coudrin vivía en un pequeño pueblo llamado Coussay-les-Bois entre dos iglesias, y pertenecía a la Parroquia de san Martín. Abraham-François (1731-1820), se casó en 1754 con Marie Rion (1732-1805). Tuvieron ocho hijos: el mayor Juan, luego cuatro fallecidos en la infancia y en sexto lugar Pedro Coudrin (1 de marzo de 1768), el protagonista de nuestra historia; seguido de Carlos y María.
El clima espiritual de la familia era de una fe sencilla que se mostraba con ejemplos continuos de sus vidas. El 26 de junio de 1779 se ordenó sacerdote su tío y padrino Francisco Rion, dos días después estaba como vicario en la parroquia de Crémille, a escasos 8 kilómetros de Coussay-les-Bois. Al cabo del tiempo el padrino llevó a su ahijado con 11 años para prepararlo para la primera comunión; esto será sucesivo en la vida de Pedro Coudrin. Más tarde, el muchacho campesino de Coussay-les-Bois se iba a convertir en ciudadano de Poitiers, en joven universitario primero y luego en un sacerdote intrépido, debido a las circunstancias que vivió por la revolución francesa.
Comienza en nuevo ministerio de la predicación con 24 años, que responde a un elemento tan primordial de su vocación, lo esencial es llevar la Palabra de Dios; y junto a esto el celo, adhesión apasionada de su acción a la de Dios. Hay que tener en cuenta que muchos obispos huyeron al extranjero, los sacerdotes que rechazan la Constitución Civil del Clero son exiliados. Pedro decide quedarse, asumiendo todos los riesgos y desafiando los peligros que irán llegando continuamente. Era de carácter activo, pero no precipitado, más bien reflexivo, tranquilo y con decisiones firmes.
De acuerdo con el Vicario Dancel de Brunneval, Pedro decidió no aparecer en su pueblo y retirarse donde su pariente Francisco Momain, granjero del castillo de la Motte en Usseau. La vecindad del pueblo no era de mucha tranquilidad, a esto se añadía la violencia de uno de los revolucionarios más activos y violentos de Poitiers, Pedro Francisco Ingrand, que tenía como consigna: “Atreverse a todo contra los curas”. Simularon así Pedro y su primo una despedida muy vistosa, luego montaron a caballo, se ocultaron en el bosque hasta bien entrada la noche, y volvieron a casa, donde se escondió durante cinco meses. Pedro viviría en un pequeño falso granero en el que no podía ni estar en pie. Allí vivió una intensa experiencia de soledad con Dios, que le llevaría una noche a una especie de visión donde aparecían un grupo amplio de misioneros que llevaran el evangelio a todas partes, junto a una sociedad de mujeres. Más tarde, un 20 de octubre la lectura de san Caprasio, sacudió a Pedro muy hondamente. A plena luz del día decide salir de su encierro, se puso de rodillas al pie de una encina y entregó allí su vida. Partió así de la Motte, sin llevar nada consigo, ni tener un proyecto preciso. Iba decidido a servir a Dios costara lo que costara, apoyado en la certeza interior de que el Señor lo había escogido para formar una comunidad de hombres y de mujeres que llevara el evangelio a todas partes. Sin saberlo, a los 24 años, era ya virtualmente un fundador.
Pedro decidió dirigirse a Poitiers por rutas secundarias, escondiéndose en los bosques, mendigando un trozo de pan fue acercándose a la ciudad. Iba con frecuencia al hospital de los incurables y debía cambiar de alojamiento casi cada noche. Tenía que vivir dispuesto a todo y servir a quien lo necesitara, a la hora que fuera. Llegó a confesar a 900 personas, sin contar a los 40 sacerdotes escondidos. Predicaba en pequeñas reuniones en las casas, atendía a enfermos, saltaba los muros de las cárceles, llevando siempre consigo algunas formas consagradas, de esta forma no interrumpía la adoración, al menos en cuanto presencia. En este tiempo, en una de las visitas al hospital de los Incurables, se ganó el nombre de batalla que lo hizo tan famoso. Confesaba en una sala, cuando se presentaron los gendarmes para hacer una inspección. Sor Ave lo salvó metiéndole en la cama donde acababa de morir un vagabundo conocido con el mote de Andatierra (Marche-à-Tere). Desde ese día fue llamado por ese nombre. Casi siempre andaba como mendigo, pero también vestía como gendarme o como obrero, panadero, etc; pero el disfraz más acostumbrado era el de pobre de los Incurables.
La providencia hizo que Pedro Coudrin conociera a Enriqueta Aymer de la Chevaliere, que había pasado casi un año en la cárcel con su madre por ocultar sacerdotes en su casa. Proveniente del mundo de la nobleza, aspiraba tabaco y se deleitaba con café, lo que hizo que Susana Geoffroy no le admitiera al comienzo al grupo de la Inmensidad, dedicadas a la adoración eucarística, Pedro le recomendó que insistiera y sería admitida en marzo como externa. Aunque finalmente Enriqueta con Pedro Coudrin se harían con una casa (Grand’ Maison) donde un grupo dirigido por Enriqueta y acompañado por Pedro Coudrin llamado las Solitarias eran las dueñas de la casa y la Inmensidad eran acogidas por ellas. En la misa de la navidad de 1800 celebrada de forma clandestina en la Grand`Maison, Pedro Coudrin toma el nombre de José María, Enriqueta y Pedro hacen los votos y este hecho queda en la historia como el comienzo de la Congregación de los Sagrados Corazones, hasta nuestros días.