La Congregación de los Sagrados Corazones nace en Francia en 1800, en plena Revolución Francesa, donde dos personas, Enriqueta Aymer y Pedro Coudrin, se sienten llamadas a reparar el mundo desde el Amor de Dios. Son sus historias de vida y su posterior unión las que dan a la Congregación una identidad propia y universal.
La Buena Madre (1767–1834) procede de la nobleza baja En los tiempos convulsos de la Revolución arriesgó su posición y su fortuna protegiendo en su casa a sacerdotes perseguidos. Delatada, fue llevada a la cárcel, donde su vida cambió para siempre desde una fuerte experiencia de entrega a Dios. Tras salir de prisión, fue descubriendo en la adoración ante el Santísimo su llamada a entregarse por entero a Dios y a los demás.
El Buen Padre (1768-1837) crece en una familia sencilla de entorno rural. Entra en el seminario en 1789, y unos años más tarde, ya como sacerdote clandestino, tiene que refugiarse y esconderse en un pequeño granero durante cuatro o cinco meses. Después de ese tiempo de fuertes experiencias, sintiéndose llamado por Dios, decide salir y arriesgar su vida para poder seguir entregándola a otros.
El encuentro entre ellos y la unión de la llamada de Dios sobre cada uno, hace nacer una Congregación marcada para siempre por la escucha atenta a Dios y a la realidad, la entrega radical a pesar de las dificultades, la vida de adoración, la entrega a los hermanos y hermanas, el servicio a los más necesitados, el celo apostólico y la fuerte vinculación a la Iglesia.