EN aquel tiempo, el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos:
«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego».
Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo:
«Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco».Lectura del santo evangelio según san Lucas (3,15-16.21-22)
Mirar a Juan
Después de lo celebrado estos días y de los textos bíblicos que narran el nacimiento de Jesús, en el evangelio de hoy me llamaba especialmente la atención una cosa: que Jesús no toma la palabra, otros siguen narrando y dando la palabra a diferentes voces, en este caso a Juan y a esa «voz del cielo», la del Padre, que se dirige a su Hijo y lo nombra como el amado. Ciertamente estas palabras tienen mucha fuerza, y seguro que para muchos de nosotros en nuestra experiencia de Dios, han sido momentos fundamentales aquellos momentos en los que hemos escuchado nuestro nombre dicho por Dios, y nos hemos sentido especialmente queridos y elegidos, pero de este evangelio me gustaría pararme en Juan. Si nos fijamos en el principio, podemos leer que la gente del pueblo se estaba preguntando si no sería Juan el Mesías; el evangelio dice «se preguntaban en su interior», pero, seguramente, lo comentarían también «en el exterior» porque si no Juan no tendría que tomar la palabra para posicionarse. Curioso papel el de Juan, y grandiosa su manera de responder. No sabemos cómo se sentiría por dentro al ver que otros podían pensar que quizás era el Mesías, pero lo que sí sabemos es que se da cuenta de lo que dicen de él, de que el pueblo está «expectante» y que quizás en él están puestas estas expectativas, y, ante todo esto, dice claramente que él no es, sino que viene alguien más fuerte que él. ¡Cuánto que aprender de Juan! Él sabe que bautiza con agua, sabe que lo que hace ayuda y es bueno, pero, a la vez, sabe reconocer que viene algo mejor. ¿Qué me dice a mí eso hoy en mi día a día?, ¿cómo vivo cuando los demás tienen expectativas puestas en mí?, ¿cómo ando de mirada alrededor que valora lo que hacen los demás? Dejemos que la figura de Juan nos interpele hoy.