En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:
«¿Entonces, qué debemos hacer?».Él contestaba:
«El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo».Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:
«Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros?».Él les contestó:
«No exijáis más de lo establecido».Unos soldados igualmente le preguntaban:
«Y nosotros ¿qué debemos hacer?».Él les contestó:
«No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga».Como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos:
«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga».Con estas y otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo el Evangelio.
Lc 3, 10-18
Alegría
¡Alegría! En este tercer domingo de Adviento, celebramos el domingo de la alegría. A lo mejor vas a tu parroquia y te encuentras que el sacerdote, en vez de ir de morado, se ha vestido de rosa. Un tono más alegre que el morado, puesto que la Iglesia nos invita a vivir desde esta idea lo que nos queda de adviento.
Estilismos aparte, ¿Quién no se alegra cuando sabe que un niño va a nacer? Se llena la casa de ruidos, risas, llantos, visitas de familiares que vienen a conocerlo. Regalos para el niño, el padre, la madre. En definitiva, es un momento de felicidad, incluso cuando menos lo parezca. Pues en nuestro caso pasa lo mismo.
Estamos ya a las puertas de la navidad, de la llegada de nuestro Señor al mundo. Un mundo en el que parece que cada vez apetece menos vivir. Guerras, extremismos políticos, individualismo, sociedades divididas… pues precisamente ahí es donde el Señor quiere nacer de nuevo. Y por eso debemos estar alegres.
¿Qué debemos hacer? Le preguntan a Juan el bautista una y otra vez en el evangelio. La respuesta de hoy es clara: ¡Alégrate! Porque el Señor, que podría quedarse en su sitio, dejando a la humanidad a su propio devenir, decide venir al mundo a entregarse por nosotros. A poner paz en medio de tanta guerra, calma en medio de la sociedad, unión en la separación…
¡Alégrate! Porque el Señor viene para quedarse contigo. Para acompañarte otro año más, para que no olvides que no estás solo, que siempre encontrarás en Él alguien en quien confiar, en quien descansar, alguien con quien comprometerse en la vida.
¡Alégrate! Porque aún en medio de la oscuridad, la luz del recién nacido brillará con más fuerza.