Evangelio Joven, Jóvenes SS.CC., PJV

Comentario al Evangelio Joven del 6 de octubre de 2024, XXVII Domingo del Tiempo Ordinario ciclo B

Autor: Pablo Bernal ss.cc.

En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?»
Él les replicó: «¿Qué os ha mandado Moisés?»
Contestaron: «Moisés Permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio.»
Jesús les dijo: «Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios «los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne.» De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.»
En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: «Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.»
Le acercaban niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él.»
Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.

Marcos 10, 2-16

Dios cree en el amor

El evangelio de esta semana encierra un mensaje lleno de esperanza, aunque a primera vista no lo parezca. Jesús está en su camino a Jerusalén y se enfrenta a preguntas difíciles sobre el amor, el matrimonio y cómo tratamos a los demás, especialmente a los más pequeños.

Los fariseos tienden una trampa a Jesús con un tema muy presente en la sociedad del momento: el divorcio. Las distintas escuelas rabínicas discutían sobre el modo y los casos en los que estaba permitido. Eran expertos en cuestiones técnicas… y al final se olvidan de lo fundamental: que el horizonte de Dios es el amor.

Jesús no deja que le coloquen en la lógica del “¿se puede o no se puede?” en la que a veces caemos también nosotros. En vez de eso, resitúa a sus oyentes: Dios nos ama y nos crea para el amor. Dios no ha inventado el matrimonio: es una realidad humana, con sus límites y con su plenitud. Pero Jesús lo toma y lo interpreta en clave profética, partiendo del relato de la creación del Génesis. La entrega mutua es un camino hacia la plenitud. ¡Dios cree en el amor!

Es cierto que habrá ocasiones concretas en que un matrimonio no podrá seguir adelante; y dudo mucho que, en esos casos, la intención de Jesús sea que carguemos con él como si fuera una condena. Quizás por eso incomoda un poco la radicalidad de Jesús. Pero Jesús es firme para evitar a toda costa que en nombre de Dios se justifique el triunfo del propio interés.

También vemos a un Jesús enfadado, algo a lo que no estamos acostumbrados. Jesús se enfada con los discípulos que regañaban a los niños. Y de nuevo, les resitúa y les pide: “sed como niños”.

Quizás eso nos pide también a nosotros hoy. Que no andemos con una lógica de “¿se puede o no se puede?”, que no busquemos argumentos enrevesados para justificar nuestro egoísmo. ¿Y si recibiéramos la Buena noticia con la simplicidad de un niño? En esa verdad hay vida y horizonte. Recordad: ¡Dios cree en el amor!