Evangelio Joven, Jóvenes SS.CC., PJV

Comentario al Evangelio Joven del 23 de febrero de 2025, VII Domingo del Tiempo Ordinario ciclo C

Autor: Nacho Moreno ss.cc.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.»

Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 27-38

Amad a vuestros enemigos

El asunto central de este domingo es el mandato de Jesús, amad a vuestros enemigos. Lo hemos oído muchas veces, deberíamos preguntarnos qué significa hoy, no ayer, para cada uno de nosotros. En realidad, evitar la venganza, como le dice David a Saúl en la primera lectura, puede ser un principio incluso religioso, no levantará nadie la mano contra el ungido, y hasta una táctica de guerra, nos conviene para que luego sean clementes si llega el caso.

No es lo que plantea Jesús. Él no da un buen consejo, ni sugiere una estética en la batalla, ni nos plantea una moral positiva para todos los gustos. Eso lo hará el derecho, gracias que es así, y por eso podremos convivir. La ley de Moisés lo plantea básicamente, devuelve el daño, pero no más, un poco de justicia para que los débiles no sufran los excesos de la venganza de los poderosos.

Jesús va más allá, amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os insultan. Y sigue con lo que ya sabemos, otra mejilla, la capa, haced el bien, prestad sin esperar nada a cambio… A modo de resumen, sed compasivos como vuestro Padre es compasivo.

La misericordia, la compasión, no es solo un sentimiento, tampoco el amor lo es. Amar incluye sentir por alguien y también razonar qué queremos ser y qué queremos transmitir. Amar exige todo de nosotros, y si hubiera algún límite sería que sólo somos seres humanos, no dioses. Jesús asumió lo que supone el amor hasta el final, entregar incluso la vida, que es lo único que realmente es nuestro. Lo demás, lo ilimitado, lo desbordante, lo verdaderamente incondicional, lo dejamos en manos de Dios, porque eso es lo que Jesús supo encarnar en él, el amor absoluto de Dios.

Claro, es un programa de vida tremendo, es un compromiso que va más allá de la lógica humana, que siempre pide al menos reparación del daño. La misericordia exige el perdón, que no es olvidar lo que ha pasado, eso lo hacen los insensatos o los dementes, sino no tener en cuenta lo que me han hecho. Es algo personal, pero es para todos. Es amar a un tipo despreciable, al que me ha insultado, a un terrorista que mata en nombre de Dios o de alguna extraña patria, al que da una paliza a alguien o viola a la que queremos y conocemos, es perdonar a los que clavan a alguien en una cruz y se parten de risa y se llenan de ese desprecio inhumano. Es todo eso y más. Es ser seguidores de Jesús.

No juzgar, no condenar para encontrar el amor, esa medida que va más allá de cualquier otra cosa. Esto es una invitación de Jesús, él la llevó hasta el límite. Podemos preguntarnos así estamos dispuestos y hasta dónde, pero no es una negociación. El amor De Dios en Jesús es absoluto, el nuestro llega hasta donde puede, pero aspira a más. La fuerza que nos falta, la determinación que no tenemos o la entrega que intentamos negociar se la pedimos a quien de verdad nos quiere, sin límites, sin condiciones, sin negociar con nosotros. Él es nuestra fuerza.