Evangelio Joven, Jóvenes SS.CC., PJV

Comentario al Evangelio Joven del 17 de noviembre de 2024, XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario ciclo B

Autor: Fernando Cordero sscc

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Por esos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas. Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que Él está cerca, a las puertas. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.»

Marcos 13, 24-32

Asombrosamente actual

Leemos el Evangelio de este domingo y nos estremecemos por su actualidad. Parece que habla de nuestro mundo, donde no faltan calamidades y desgracias de diversa índole. Emergen enseguida los rostros de dolor y solidaridad que ha provocado la Dana. Queda mucho todavía para la reconstrucción, la reparación y la normalización de la vida. En medio de las escenas apocalípticas, necesitamos también situarnos, alentados por la Palabra, en el misterio de la esperanza que es el misterio del propio Cristo.

Ahora nos cuesta escuchar todo el relato evangélico: “El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán”. Su Palabra permanece como luz que guía, anima nuestros pasos en cualquier situación y nos ofrece el bálsamo del perdón sin condiciones. Llegará un día en el que finalizará nuestro viaje por esta tierra y nos encontraremos con el Señor resucitado. Ese Señor que nos va acompañando en el día a día y del que recibiremos el abrazo que nos hará participar del gran banquete, de la gran fiesta del Cielo.

En medio del dolor, de la esperanza que puede obnubilarse ante tanta tragedia y drama, algunos voluntarios nos recuerdan, como en Catarroja, una de las poblaciones afectadas por la Dana, que “Dios también está aquí”, con letras rotuladas con barro en una pared de una casa azotada por la brutal fuerza de la inclemencia. Está aquí y está en la meta del camino. Está. Desfigurado por el barro. Está. También nos espera “con poder y majestad”. Ese es el mensaje de esperanza, la tensión a la que nos vemos abocados. El misterio que rodea nuestras vidas. No importa el cuándo, importa la perspectiva, hacer hoy de la tierra -tan sufriente- un trozo de Cielo.