Evangelio Joven, Jóvenes SS.CC., PJV

Comentario al Evangelio Joven del 11 de agosto de 2024, XIX Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B

Autor: Marina Utrilla ss.cc.

En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», y decían: «¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?»
Jesús tomó la palabra y les dijo: «No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: «Serán todos discípulos de Dios.» Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»

Juan 6, 41-51

Pan… de vida

Estamos en pleno verano y llevamos varios domingos en los que las lecturas nos hablan continuamente del alimento, presentando a Jesús como el Pan de Vida. Todos sabemos que alimentarse es importante, fundamental para la vida; si no nos alimentamos suficientemente, desfallecemos, nos falta energía y la salud se deteriora, y así sabemos que pasa, desgraciadamente, en muchas partes del mundo. Por otro lado, si no nos alimentamos adecuadamente, aunque nuestro cuerpo aguante mucho tiempo, puede darnos algunos problemas, pidiéndonos de diferentes formas una alimentación más saludable. Por tanto, cantidad y calidad, son importantes. Así pasa también con la fe.

Hablemos primero de cantidad. En la primera lectura, el ángel le dice a Elías «¡Levántate, come!», y por segunda vez «¡Levántate, come!, que el camino es superior a tus fuerzas», y gracias a ese alimento Elías es capaz de caminar cuarenta días y cuarenta noches. Hay caminos importantes de nuestra vida para los que la relación con Dios, nuestra fe, puede volverse un motor fundamental, porque solos nos vemos sin fuerzas, porque la desesperación, como la de Elías, se abre paso, y nos hace falta su compañía constante, su apoyo… un Dios que nos alimente para no caer, presos de nuestras tristezas y culpas.

Pasemos ahora a la calidad. Jesús como pan de vida, como alimento verdadero. Aquí ya no se trata de no desfallecer, sino de VIVIR, vivir para siempre. Porque es un pan que es su «carne para la vida del mundo». Alimentarnos de su carne, que es lo que hacemos en la Eucaristía, nos implica doblemente, por un lado, estando dispuestos a recibir que Él nos da todo, y, por otro, queriéndonos unir a su modo de vida. Cuando comulgo recibo y me comprometo, le digo a Dios que me abro a su amor y me dispongo a correspondele. Y ese doble movimiento de amor -de fe- me alimenta ¡con mucha calidad!

En nuestra relación con Dios necesitamos cantidad y calidad, es decir, cuidarla de manera asidua, sabernos necesitados de Él, pero siempre en busca de su verdadera imagen, esa que no se deja atrapar ni reducir a nuestras necesidades, y que nos devuelve al mundo, especialmente en la «carne sufriente» que nos pide ser «carne entregada».