La motivación va en aumento a medida que uno piensa en Damián, es el viaje bueno de los que han sido, aunque ninguno fue ni malo ni despreciable. Salgo de ese Madrid tórrido oleado de calor a la espera de mejores tiempos. Si junio aprieta luego veremos. Sí, veremos que hace calor en verano y como este asunto no presenta novedad, lo abandono.
Alguien dijo alguna vez que la vida es mayormente esperar una cola, y fueron dos, largas y tediosas, viendo operadoras del check-in que no chequeban a nadie. Hay que entretenerse en la observación, la cola es con cintas separadoras en las que uno va y viene y así puede revisar a los demás. Una muchacha o ya no tanto se arregla las uñas a mordiscos, va desapareciendo cutícula, muy roída en esta cola, y esmalte azul. No sé si come esmalte y lo que haya cerca por nervios o necesidad, pienso que si va a coger un vuelo de estos largos es que lo puede pagar, será entonces por nervios, si fuera otra razón quizá le debiera haber dado una limosna. Y en esto me llega el turno. Listo y a esperar la cola de la seguridad y los malos modos de una vigilanta que quizá se quería parecer a un coronel de la guardia civil.
Viajamos juntos Iker Barrón y servidor, él es el asesor financiero de la Congregación a nivel general, esta vez vamos a conocer mejor a los hermanos de California y Hawaii y su situación económica y financiera. Como él tiene opciones voy a la sala Velázquez como invitado y concluyo que eso sí es viajar bien. Hay un surtido bufé de comidas y bebidas, cómodos asientos y hermosas instalaciones. En su momento, como la cenicienta, vuelvo a mi vida normal, cambio de pasillo y tiro al área de turista, o economy para ser más fino, allí donde se estrechan los pasillos y desaparece la cómoda amplitud. Seguro que a su lado habrá nuevas ocasiones para el somero lujo pasajero. El vuelo largo larguísimo alguna vez termina, llegamos a Los Ángeles y nos esperaban Martin O’Loglhen y Brian Guerrini, que tan amablemente nos reciben y nos conducen, en la horrible hora punta ciudadana, a la comunidad de La Verne, donde llegamos dos horas después. Esta comunidad forma parte de las instalaciones del Damien School, un colegio de 700 alumnos que ya ha terminado su año escolar pero que sigue ofreciendo practicar deportes en sus magníficas canchas de baloncesto, fútbol, béisbol y atletismo. El patio de Martín de los Heros parece una broma respecto a esto, polideportivos aparte. Destaco una piscina climatizada al aire libre. Primer mundo en estado puro, lleno de teslas que parecen una “cocotte” (especie de cazuela de hierro) rodante de una película de Mad Max rehecha para electrificarla. Vemos el colegio y tras una naranja californiana nos vamos a dormir como las gallinas, tras saludar a Paul Murtagh, Chris Santangelo y Eric Cruz.
A las 4 am me despierto y leo, para hacer tiempo. Antes de las 7 y tras un café iniciamos un paseo de hora y media por la ciudad por la que no pasea nadie. Tras otro café saludamos a John Roche y conversamos con él. Nos lleva Martin a Los Ángeles para ver la catedral y el centro de la ciudad.



La catedral es un edifico diseñado y construido por Rafael Moneo, un enorme templo moderno, en el que destaca la amplitud y la luz tamizada por el alabastro de los enormes ventanales. Un magnífico proyecto muy criticado en su momento por algunos, los que solo quieren modelos clásicos fuera de tiempo, se les puede decir almudenistas, por ejemplo y sin ir más lejos. Este edificio encaja mucho en el entorno de Los Teatros, varios edificios dedicados a música y escena, uno de ellos diseñado por Paul Gehry, que recuerda por hechura y materiales, aunque es distinto, al museo Guggenheim de Bilbao. Arquitectura contemporánea bien encajada en esta enorme ciudad realmente sin apenas centro histórico.
Tarde serena, luego con tormenta, rayos y truenos que se presentan para oscurecer la tarde, ya no tan serena. Después cena y paseo esperando el ocaso de un sol que se defiende al declinar.
Al dormir temprano te levantas también pronto y uno aprovecha para leer tranquilamente en el silencio de la noche terminal. Amanece hacía las 5,30. Café y paseo, algo más de 5 km.
Reunión del equipo económico, Martín y su asistente Brian Tauber, un padre con dos gemelos, chico y chica de 23 años. Cambió el mundo de la empresa de distribución de agua por la Congregación, a la que conocía por ser antiguo alumno del colegio Damián. Estaban también Chris y Eric. Compartimos la situación económica de la Región, es un grupo pequeño con hermanos mayores que debe pensar en el futuro. Los recursos también disminuyen, pero mantienen su compromiso de sostener la formación inicial de la Provincia y también el noviciado de Hemet. Las inversiones, ahora reducidas por varias razones, están en la gestora de los Christian Brothers, CBIS, muy potente en el país. Ofrecemos la ayuda del gobierno general y le informamos de los pasos que vamos dando en cuanto a la profesionalización de la administración y el sentido de interdependencia al que nos llamó el capítulo general. Seguiremos informando según vayamos avanzando, el deseo están que podamos llegar a compartir las inversiones para aumentar los recursos de la Congregación.





Comemos con Martin en un agradable lugar y paseamos por la zona próxima. Tarde sin actividad, lectura y escritura, cena comunitaria y paseo vespertino. Mucho andamos, por los días de poco. Nos despedimos, mañana seguimos a Hawaii, salimos a las 5 am.
Madrugón sin estridencias, dormí lo normal por el temprano recogimiento, partimos al aeropuerto y una hora después llegamos, controles lentos y un café enorme y caro que hierve, con galleta cookie vivamente americana, exceso de mantequilla que empasta la experiencia. Mucha gente joven con niños, Honolulu es destino de vacaciones, el curso acabó ya.

Nos esperan Lane Akiona y Clyde Guerreiro, provincial y ecónomo provincial respectivamente. Muy amables, nos colocan una guirnalda de flores, recibimiento tradicional hawaiano. Aloha, ya se sabe. Paramos a comer en un Zippys un pollo muy bueno, en este caso al estilo de Vietnam. Pasamos Waikiki y su playa, zona muy turística. Vemos la Iglesia de San Agustín, que lleva la Congregación y llegamos a Saint Patrick, lugar de la Iglesia del mismo nombre y el convento donde vive la comunidad. Nos reciben Jeremy Sabugo, de familia filipina y nacido hawaiano y Jim McDonough, que vivió 50 años en Japón.
Tras la siesta nos vamos a pasear largamente, bajamos andando a Waikiki y visitamos un gran centro comercial con un Apple Store magnífico. Cenamos en otro Zippys junto a la parroquia y nos vamos a dormir con 15 km de camino recorrido. Mahalo.
Amanezco a las 5, el sol no ha salido aún, da tiempo a pagar facturas romanas. Desayuno largo, Bill Petrie y Jim McDonough cuentan aventuras de la India y de los marines y Japón, respectivamente. Un buen rato, de café largo y clarito y algún cereal y tostada con aceite de oliva italiano. Luego un poco de trabajo sobre números en una de las múltiples salas de estar o de recreación. No nos recreamos mucho y si trabajamos algo, así luego no hay que improvisar. Comemos con los hermanos mayores algo que alguien ha traído de algún sitio, pollo asiático con champiñones y el hermano Bertrand aporta una ensalada de patatas en un bote de helado que nadie había considerado.
Nos lleva Jeremy a la playa, más allá de Waikiki, llena de turistas. El lugar elegido es de reportaje de National Geography, agua clara y color turquesa, árboles circundando y un sol espléndido. Zona sin tiburones, claro está. Iker nada lejos y servidor se queda cerca por vagancia y para comulgar con el medio sin exageraciones.
Nunca había visto a nadie vestirse de novios y hacerse fotos en la playa, aquí lo hacen. Dos parejas, parece que japonesas, proceden. Lo tremendo es pensar que se han traído los trajes para esto, quizá por eso lleva tanta gente maletas tan grandes, bultos sospechosos.
Nos vamos a tomar una cerveza que se complica para probar las distintas hawaianas, en el piso 19 de una torre, una de tantas. Unas camareras siliconadas nos van sirviendo opciones más o menos amargas. Cenamos en un local oriental y volvemos a casa. Dormimos enseguida, la birra ayuda.




El sábado hay una celebración jubilar, de una hermana con 70 años de vida religiosa y un hermano con 50. Otros jubilares no están presentes. Ella, Mary Josephine, japonesa de origen y emigrada forzosa en la guerra y él hermano ordenado 20 años después de su profesión religiosa. Misa tranquila con canciones para nosotros nuevas y con ritmos locales. Estaban las hermanas SSCC del colegio frente a St Patrick y bastantes hermanos venidos de las comunidades. Presidió el Provincial Lane Akiona. Tras la misa una recepción con dos cantantes gemelas ya veteranas que tocan guitarra y ukelele y cantan canciones de la tierra.
Tarde de paseo y playa, Ala Moana, más gente por el fin de semana. Muchos pasan el día y traen altavoces repugnantes que estropean el ambiente con su música muy alta. Sufrirán las penas del infierno. Por lo demás, ningún reproche. Más fotos de boda.
Cenamos una hamburguesa en un local donde hay muchos otros locales y seguimos andando hasta casa, mucho trecho creo yo.
Domingo de Pentecostés, dejemos que el Espíritu abunde y haga, seremos mejores y conoceremos la Verdad. Termina la pascua y arranca el tiempo nuevo, oportunidad para aprovecharlo.
Amanece y se da la final de Roland Garros que gana finalmente Alcaraz en plan heroico. Antes del final es hora de misa y allí me planto. Preside Jeremy, quien anima a la alegría y allí cambio personal. Amén.
Juegan España y Portugal y pierde España, a otra cosa. La comida comunitaria no se produce, nos vamos a Zippys y comemos pollo coreano con patatas. Tarde tranquila de descanso, hemos hecho la colada, lavadora y secadora, sale arrugado pero ya mejorará, y si no, aquí hay pocos complejos para la indumentaria. Mucha chancla y calcetín, camisa florida y vestidos estridentes. Un polo arrugado pasa desapercibido con toda seguridad.




Los días se van sucediendo y no con mucha novedad. Marchamos a una playa del otro lado de la isla de Oahu, llamada Lanikai. Es un lugar menos preparado, con rocas y piedras esquivables y agua clara y templada. El sol quema a pesar de los potingues protectores, requiere atención y cuidado para no acabar como una gamba.
Por la tarde nos lleva Lane a visitar alguna cosa antes de la reunión del equipo económico. Vemos St. Augustine, parroquia que atiende la Congregación en pleno Waikīkī. Es el templo más grande de la diócesis, caben mil personas. Aquí hay muchos turistas y, por tanto, tiene unas tres mil personas en las misas de los domingos.
Luego vamos al cementerio nacional, donde están enterrados muchos militares que murieron, entre otros las víctimas de Pearl Harbor y de las diferentes guerras. Son infinitas tumbas con lápidas en el suelo y todo parece una gran pradera. Pasamos también de ir el cementerio donde están enterrados los hermanos sscc, parecido al anterior. Ellos están mayoritariamente en torno a una estatua del corazón de Jesús. Memoria agradecida de los que han dado la vida.
Nos comenta Lane una contrariedad: no podremos ir a Molokai. Lamentablemente el hermano que vive allí está de vacaciones. Para visitar Kalaupapa, donde vivió Damián y está su tumba, no se puede visitar si no te apadrina un residente y el permiso requerido cuenta tres días de trámites, tiempo que no tenemos. Del porqué no se tramitó antes, no sé, quizá descuido u olvido. Es frustrante pero tampoco otros pueden visitarlo, aunque llegar tan cerca y no ir es como llegar a la cumbre y no alcanzarla. El consuelo es que dentro de dos años se celebrará el 200 aniversario del inicio de la misión en Hawaii, a lo mejor puedo volver por aquí, ahora lo dudo mucho. Como hacían los antiguos, lo ofrezco y me digo a mí mismo que nunca hubiera pensado viajar tanto, así que lo que pueda ver, agradecido y lo que no, otra vez será. Aunque siga siendo una lástima, Damián es demasiado importante para no sentirlo profundamente.
La reunión es en Kaneohe, una enorme propiedad de la Congregación. El equipo de finanzas está compuesto por 5 personas, jubilados ya, pero expertos en distintas áreas, como Bill en una compañía de negocios, Karen en temas inmobiliarios, Brad en banca o Louis y Ronald en administración. Además, Lane y Clyde, provincial y ecónomo respectivamente. Faltaba Ed Popish, hermano responsable de desarrollo.
Repasamos la contabilidad de la primera parte del año, las pocas inversiones que tienen y preguntamos sobre el patrimonio inmobiliario. Les explicamos nuestra idea y nuestro trabajo en la economía a nivel general y lo que estamos pensando para el futuro. Les invitamos a hacer esto mismo y a la idea de las inversiones en común, iremos viendo. Ellos no quieren deshacerse de los inmuebles como en el pasado, sino generar rendimientos, las propiedades son grandes. Les hacemos alguna propuesta como participar en una gran reunión en la que las congregaciones tratan estos temas con asesores inmobiliarios, financieros y legales.
Cenamos en un agradable lugar un pescado estilo atún a la plancha, me negué a echarle ketchup, siempre a tu lado. Luego, un sueño apacible.






El día amaneció como todos los días. Participamos en la reunión del consejo provincial y les explicamos nuestro plan, que es el plan del gobierno general para los próximos años, al que invitamos a participar. Hacen algunas preguntas y dialogamos tratando de responder. Luego visitamos el archivo, memorial de Damián especialmente, vuelve la nostalgia de no poder visitar Molokai. Otra vez será, me repito varias veces.
Noticias locales, disturbios en Los Ángeles por las protestas por las detenciones y deportaciones de inmigrantes. El presidente Trump ha enviado a la guardia nacional, un cuerpo del ejército, a sofocar las protestas sin que el gobernador de California no la alcaldesa de la ciudad se lo hayan pedido. Pero dice que no iban en la dirección correcta y son demócratas o, como dicen los aquí, es un estado azul. ¿Por qué este tipo convierte todo en una simpleza? Son buenos si son míos, malos si no lo son, si piensan lo contrario o apoyan a los que no deben. Unos y otros, a derecha e izquierda, deben pensar que somos una panda de idiotas. El caso es que los disturbios han crecido y ahora son peores, y no caeré en la misma simpleza de pensar que hay un malo y muchos buenos. Lo que sí sale siempre es que unos son los débiles y otro no, ay. Porca miseria. Las protestas se extienden a Texas, también con presencia de la guardia nacional solicitada por el gobernador, en este caso gobernador y presidente son amigos. Imagino que todo se irá repitiendo en los estados fronterizos.
Comida japonesa y playa de Ala Moana, previa lectura a la sombra de un enorme árbol sentados en un banco en el que uno hace penitencia, seguramente por los muchos pecados cometidos. Entre le paseo de ida y el de vuelta nos anduvimos unos cuantos kilómetros, que medidos aquí son algunas millas, de menor número, alimenta menos la vanidad en este caso. Otra vez fotos de boda en la playa, qué afición.
Cenamos patas de cangrejo con salsa de ajo y especias, junto con algunas alas de pollo, mar y montaña de la mano. Te dan babero y guantes para la operación unas camareras muy monas. Llegamos bastante tarde para ser aquí.
Último día en Hawaii, mañana rematando informes. Hasta la noche no viajamos, lo que hace que haya que llenar el tiempo. Llegan todos los hermanos de la isla para compartir una comida hawaiana, mezcla de arroz, carnes, pollo y pescado estilo japonés y el reconocido Poke, en este caso con atún fresco y crudo. Todo muy bueno y muy buen ambiente fraternal con hermanos de muchas nacionalidades, estadounidenses, fiyianos, un tongano, un indio, un filipino… y dos españolitos.
Nos acercamos a Pearl Harbor, pero no alcanzamos la zona con los barcos de aquel tiempo, la mayor parte es una base y se puede visitar un centro memorial. Nos vamos hacia Ala Moana para pasear junto al mar y volvemos a casa, última ducha y para el aeropuerto.

El viaje de vuelta es largo, 5 horas hasta Los Ángeles, espera de 9 horas y luego 12 horas hasta Madrid. Iré contando lo que suceda, aunque no sea muy atractivo, pero así recorto un poco el tiempo. Mahalo, Hawaii. Una grata experiencia.
Noche hacia el aeropuerto, contemplo por última vez el “skyline” de Honolulu, torres de carísimos apartamentos, vanidad de vanidades. Clyde nos lleva amablemente. Es tarde para aquí y en el aeropuerto está casi todo cerrado ya. Encontramos un rincón para tomar algo, junto a un pelujo con sombrero, pinta de cerveza oscura y vaso de Jack Daniels. El vuelo es pacífico hasta Los Ángeles, cinco horas, despegamos con una hora de retraso, eso nos quita una hora de escala, sólo nos quedan ocho.
Recogemos las maletas por ser vuelos independientes, cambiamos de terminal y no podemos pasar el control porque el checkin del vuelo a Madrid no abre hasta 3 horas antes. Ni siquiera los de clase business pueden hacer nada más que esperar, en la zona de los plebeyos, butaca rompe espaldas, pasillo corto e ir muchas veces al baño para cambiar de postura. Eso es “comerse la escala”, apurándola hasta el final. Un vuelo a Dubai genera una cola espectacular de gente con infinitas maletas enormes, el avión deberá llevar un remolque amarrado, digo yo. Señorones árabes llevan a la mujer atrás con los niños, manadas de orientales siguen a un paraguas andante. Todo eso queda fuera de nuestros problemas, ver el ambiente alivia la espera.
Todo tiene su compensación, abierta la facturación pasamos primero por obra y gracia de Iker y su viaje en Business, de lo que me aprovecho también, aunque ni lo merezca no lo persiga. La sala de espera, ya no como los plebeyos, es de la compañía australiana Qantas, vinos bueno, butacas cómodas, ambiente selecto y comida de tronío, filetito con mayonesa de chipotle, calamar frito, brócolis por aquí y allá, champagne tres bon, frutas de la tierra y un copazo final de Remy Martin. Sigo pensando en Cenicienta, a ver si aparecen más príncipes más veces.



Terminamos en un vuelo larguísimo y directo. No sé en business, en la cosa turista todo iba apretado, lleno, desbordante. La comida servida horrible, una pasta insulsa y boba que no sabía a nada y quedó para los restos tras tres pinchazos. Luego un sandwich vegetal, lo mejor del reparto intermedio, y finalmente un bocata que no comí antes de aterrizar. Entre las azafatas de Iberia en estos vuelos abundan las veteranas, mayormente poco agradables en el trato, quizá porque quieran llegar antes de tiempo o porque les cansa dar de beber al sediento. En este vuelo destacaba una joven muy mona, quizá amiga de algún corrupto influyente de tanta abundancia estos días, porque no pegaba en la tropa. Nunca se sabe y pido disculpas si mi suposición no es justa, es sólo un juego de la imaginación embotada por el dolor de unas posaderas que ya no soportan tanto como quisieran. Las películas acaban cansando en largas travesías y el entretenimiento de la mente se va por derroteros no siempre encajados en el rigor que se supone. Pero ella no sabrá nunca de estas notas, ni me conoce de nada. Sólo le pedí una sacarina que me entregó con garbo y fue premiada con el intercambio de un sobre de azúcar sobrante. Un encuentro así podría ser el inicio de una novela corta, pero no será por mi mano, lo dejo a otros aventureros.
Y así, entre horas y horas, llegamos a Madrid, que es lo mejor de viajar, según Antonio Migote. El metro me devolvió al hogar, donde arrastro mi cansancio. Quedan en la memoria las playas de California y de Hawaii, los nombres de los hermanos que nos fueron atendiendo, las cosas que hacen y lo que vinimos a decirles. Queda Damián no visitado, el mejor de entre nosotros, queda la memoria agradecida por tanto bien. Quizá volveré, no sé, y podré llegar a ver lo que quería. Siempre falta algo que anhelar, por lo no cumplido o por lo que está por hacer. Ahí queda, pues. Transitamos, me agarro al símil fácil, surfeando las olas.