Eustaquio (Huberto de bautismo, y familiarmente Huub) nació en Aix-Richtel (Holanda) en 189. A los 11 años hizo su Primera Comunión en Beck, en 1901. Su padre había pensado en él como posible ayudante en la campaña, y como sucesor más tarde. Pero él le manifiesta su gran deseo de llegar a ser sacerdote. El 25 de septiembre de 1905 inicia sus estudios en el seminario menor de los Padres de los Sagrados Corazones, en Grave. Tenía 15 años.

Se preparó conscientemente al sacerdocio. El 10 de agosto de 1919, en la capilla del Escolasticado de Teología de Ginneken, recibió con otros siete compañeros más la ordenación sacerdotal.

Su primer ministerio lo ejerció durante dos años en Maasluis (Holanda). Secundando sus deseos misioneros fue elegido para ir al Brasil, donde llegó el año 1925 con otros dos Padres, y abrieron su primera casa en Agua Suja, hoy llamada Romaría (Estado de Minas Gerais). Allí estuvo 10 años, como párroco.

En Poá, Estado de São Paulo, ejerció su ministerio durante seis años: de 1935 a 1941. Su lucha contra el espiritismo y el cuidado y asistencia a los enfermos le llevaba todo su tiempo.

Había días que llegaban a Poá de ocho a diez mil personas. ¿Quién impulsaba a aquella pobre gente enferma a hacer kilómetros y kilómetros solamente para recibir una bendición del P. Eustaquio con la esperanza de curarse?

Aquel ir y venir de enfermos alarmó a las autoridades civiles y eclesiásticas. Se le acusó, además, de que recetaba medicinas y de que daba bendiciones indiscriminadamente e inventándolas. Las autoridades eclesiásticas decidieron que el Padre saliese de Poá, como solución más fácil para resolver la situación.

Llegó a Río de Janeiro y pidió permiso para poder ejercer ahí su ministerio. El Cardenal concedió la petición, pero con una reserva que expresó allá mismo: «El día que a causa de su ministerio las gentes de las colinas empezasen a bajar a la ciudad y ser causa de trastornos en el tráfico de la ciudad, ese mismo día él (P. Eustaquio) deberá salir de la ciudad inmediatamente».

Pero aunque él intentaba pasar desapercibido, se empezó a hablar otra vez de milagros y se enteró la prensa, con lo cual empezó el caos en el tráfico a causa de la gente que lo buscaba. La respuesta del Cardenal no se hizo esperar. Una noche sonó el teléfono en la Casa Provincial y una voz en la otra parte del hilo ordenaba que de parte del Sr. Cardenal aquella misma noche P. Eustaquio saliese de Río de Janeiro.

Tras unos meses sin saber donde ir, escondido en una finca como el P. José, junto al Provincial,  por fin uno de los consejeros solicitó llevárselo a su casa, en Patrocinio, donde se le dejaría empezar a ejercer el ministerio, pero con ciertas restricciones y de acuerdo con un reglamento estricto que se le impondría.

Después de algún tiempo, se le encargó de la parroquia de Ibiá donde solo estuvo cuatro meses, porque el Arzobispo de Belo Horizonte, Mgr. Antonio Cabral, habló al P. Provincial y le ofreció para P. Eustaquio una parroquia, que habían dejado los Padres dominicos, en la ciudad de Belo Horizonte.

Era abril de 1942. El mismo Arzobispo poco a poco fue concediéndole ejercer el ministerio en toda la ciudad cuando los otros párrocos lo solicitaban. Predicaba retiros, novenas y confesaba mucho, a veces hasta altas horas de la noche.

Pero al año y cinco meses de su llegada, inesperadamente, muere el Padre Eustaquio, el 30 de agosto 1943, a causa de un tifus exantemático, incurable por entonces; y que difundida la noticia por la radio, todas las calles, que rodeaban el Sanatorio donde había fallecido, se hicieron intransitables en pocos minutos por la gente que acudió. Y hasta hoy, nunca han faltado flores en su tumba.