De paseo por Japón y Filipinas

Un miércoles de enero dejo Madrid con borrasca con nombre de mujer, esta vez Hortensia, clásico, rotundo. Las hermosas flores grandes y norteñas se habrán congelado con el viento que va llegando, que como decía alguien y con perdón, jode el cutis. Un viento que acosa más que muerde, por constante y pertinaz. Marcho camino a mi escala en Roma para el vuelo AZ792, de ITA Airways, que recuerdo tras escribirlo varias veces en los formularios de inmigración y aduanas.
En Roma escala corta, pero suficiente. El aeropuerto de Fiumicino ha dado numerosos disgustos a este y otros viajeros, pero no hoy. Todo fue en hora tanto en Madrid como en Roma. El avión, sorpresa enorme, iba sólo medio lleno. Mi asiento se sitúa junto a dos orondas mujeres que abundan hacia mi espacio, mientras una azafata se apiada y me dice que cuando se acabe el embarque puedo cambiarme porque no se va a completar. Menos mal, yo soy un firme partidario de los volúmenes que cada uno o una pueda sostener, por razones de libertad y rebeldía frente a las obligaciones sociales imperantes. No gusto más de una anoréxica que de una “fuerte”, pero eso siempre que no sea en la estrecha fila de un avión lleno de estrecheces y con tantas horas por delante para ser estrechado. Tampoco yo era un buen partido, seguro que pensaron, en esas y quizá otras circunstancias, pero eso es harina de otro costal.
A lo que iba, me sitúo unas filas más adelante, más solo que la una, con todo a mi favor. Nadie delante de mi asiento, luego una mujer japonesa se sitúa en la fila siguiente y tras ingerir varios vasos de vino, se duerme tumbada, era pequeña. Los baños están habitualmente libres, muy distinto de otros viajes, por la falta de aforo. En suma, todo bien, las 12 horas se van sucediendo poco a poco y sin sobresaltos.

El aeropuerto de Haneda en Tokio se asoma al mar y allí me espera Brian Malnegro, hermano filipino que lleva ya 8 años en Japón. Hasta Tomobe atravesamos Tokio, y seguimos un largo trecho más, son casi dos horas de camino. Me informa de que la conducción en Japón circula al modo británico, es muy cuidadosa, se busca mucho la seguridad y se ponen muchas multas. Hay abundancia de cámaras a lo largo del recorrido. El otro aeropuerto de Tokio, Narita, está mejor para nuestra casa. A Haneda llegan los vuelos de Europa, como es el caso.
En la casa, el Monasterio de los Sagrados Corazones de Jesús y María, me ofrecen la habitación y un rato de descanso, que muy gustosamente acepto. Como no duermo en los aviones me voy durmiendo por todas partes. Al despertar coloco la ropa y observo las primeras curiosidades domésticas. Las puertas son correderas, ahorran espacio, buena idea que debemos aprender. El mecanismo de los grifos es al contrario de los nuestros: se abre bajando la palanca, no subiendo, con lo cual siempre le das hacia arriba y no sale o sale cuando no debe. Y el inodoro está calefactado y tiene sistema de limpieza irrigatoria, con botones para regular. Lo mejor del caso es que esos botones tienen dibujos para interpretar el mecanismo, así que durante el rato dedicado a este asunto no hace falta proveerse de lectura ni redes sociales, basta admirar los iconos explicatorios. Claro, que la sorprendente novedad durará solo un par de días. Por lo demás es apreciable la posibilidad de recibir lo que los clásicos llamaban baños de asiento.

Mi primera cena japonesa es un hotpot (cazuela al fogón sobre la mesa, con caldo y se van sumergiendo verduras, setas, otras hortalizas, luego noodles y ostras japonesas, y el inevitable tofu, algo que no sabe a nada y es se soja. El primer cuenco me lo sirven y luego yo lo voy rellenando. Me ofrecen cubiertos occidentales y lo agradezco, para no luchar con los palillos ni sorber fideos, el ruido de succión está permitido, me indican, pero prefiero ser discreto en el sorber. Bebo sake, no mucho para no perder la compostura. Saludo a los hermanos John Yamada, a quien conocía por coincidir en un capítulo general cuando yo servía cafés y trabajaba en la cocina de ayudante meritorio, en un lejano 1988. Saludo a Kenji y a Phil Murphy, a quien había visitado en su habitación antes, está delicado y tuvo hace unos meses un serio problema de corazón, le implantaron una válvula y ahora se va recuperando. Gran conversador, irlandés divertido, manifiesta que no le gusta la comida asiática ni el picante, dos barreras importantes, lleva 54 años en Japón, habla perfectamente el japonés y cuenta muchas anécdotas simpáticas. Junto con Brian y Michiaki, queda formada la comunidad.
Me ofrecen después noticias de la BBC que informan del intercambio de rehenes de Hamás e Israel, un espectáculo penoso lleno de vociferantes y fanáticos, escoltando a personas que quizá creían que estaban más muertas que vivas. La masa gritona parece un ejército de hienas. Dos bandos que se odian usando el nombre de Dios en vano. Aún con esto en la cabeza y las imágenes a la vista, me caigo de sueño, me voy a la cama y a las 9 de la noche estoy durmiendo. A la 1,30 asoma el jet lag y ya no duermo más. Menos mal que existen los libros y las series.

Arranca la mañana con la misa a las 7, en inglés por deferencia a mí, que era el único público asistente. Michiaki preside una celebración agradable, dos o más, dos en este caso, nos reunimos en su nombre. El desayuno es la comida más personal, decía nuestro hermano Jean Claude Marjou, así que puede ser japonés o variado, así procedo. Pregunto por el desayuno tradicional, que no se hace en esta casa, y consta de arroz, sopa miso y pescado, con té. Me centro en fruta, tostada y mermelada, y café ligerito con algo de leche, una nube.
La mañana es libre, así que me dedico a esta crónica y a alguna otra cosa de ordenador y mesa. Me ofrecen el programa del día: comida ligera, en Japón la comida fuerte es por la noche, visita a la ciudad y cena en casa. Todo bien por mi parte, añadiré un paseo por los alrededores, con visita al cementerio donde están enterrados los hermanos sscc japoneses y norteamericanos que han llevado adelante la misión encomendada. Agradecimiento y una plegaria para que sigamos adelante.
Por la tarde me lleva Michiaki a Kasama, la ciudad más o menos grande cercana a Tomobe. Paseamos por un enorme parque donde en algunos momentos hay muestras y mercado de cerámica, tanto funcional como artística, especialidad local. Hay algunas grandes piezas espectaculares, los aparentes dibujos no son pintados sino elaborados con colores diferentes de la arcilla por medio de tintes, por lo que se ve tanto por dentro de las vasijas como por fuera. Muy notable, los artistas más modernos crean formas y animales más de videojuego. En el centro de la ciudad hay un templo sintoísta que visitamos, tiene también tiendas y lugares de encuentro, y hay una gran pila de agua para abluciones rituales. Me cuenta que las religiones mayoritarias en Japón son el sintoísmo y el budismo, la primera más panteísta, con sacerdotes que ofician cultos y la segunda más conocida y ambas con monasterios de monjes. Los monjes budistas aquí se pueden casar, es una imagen que no logro componer muy bien en mi imaginario, pero ahí está. Los sacerdotes sintoístas también, creo. Uno que estaba por allí era joven y bien parecido, estaba organizando una fiesta o encuentro, según interpreto.

Pasamos por el supermercado para comprar pan, todo está hermosamente presentado, destaca el pescado reluciente. Es el estilo japonés de hacer las cosas. Casi todo es apetecible. El día termina, con noticias e imágenes del accidente del avión en Washington. Los muertos ya no reclaman nada, quizá los vivos debiéramos reclamar algo más de eficacia y menos palabrerío de los que no saben nada y no sueltan más que insensateces, presidentes incluidos. Se hace el silencio nocturno en Tomobe, veremos si el jet-lag permite alguna alegría, hasta ahora no lo ha hecho.
Pues no, no lo ha permitido, la mañana empieza con sol y bastante frío. Hoy es sábado y no se celebra la misa en casa, será en las parroquias. En la prefectura hay 7 parroquias encomendadas a la Congregación que los hermanos atienden. Hoy voy a Tuskuba, a encontrarme con Willie Donegan. Me lleva Brian, comemos de camino, algunas cosas las trae un robot, sorprendente.
En Tsukuba está la parroquia Prince of Peace, y allí vive, como queda dicho, Willie Donegan, al que le cuesta mucho subir escaleras y bajarlas, y tiene el altar adaptado con una silla alta y el misal con letra grande. Concelebro la primera misa en inglés, con asistentes de varias nacionalidades, especialmente filipinos, y además indonesios, de Sri Lanka (no sé si se dice el sri lanqueños, creo que no, resulta que es esrilanqueses según el diccionario panhispánico de dudas, RAE, Google mediante); también hay vietnamitas, ahora mayoría católica en Japón, una persona de Canadá, un irlandés, en fin, mezcla abundante. Cenamos una pizza de la pizzeria junto a la casa, Amici, de Nápoles.
El domingo amanece lluvioso y frío. Concelebro en dos misas, una internacional en inglés y otra en japonés, donde el público mayoritario es local. Donde hay filipinos hay niños, canciones ruidosas con instrumentos abundantes y mucho ambiente. Los japoneses son solemnes, discretos y quedos, de misa más romana y sobria. De esta forma queda celebrada, con abundancia, la fiesta de la presentación del Señor. Nos invita a comer una familia de Corea del Sur, aunque llevan en Japón muchos años, muy amigos de Willy. Vamos a un restaurante japonés con sus salas separadas y sentados en el suelo sobre un cojín, aunque Willie requiere una silla baja y uno no sabe qué es peor. Un pescado muy apreciado, con razón, del que no me aprendo el nombre, el consabido arroz y un suave té, con añadido de caldo con algunas verduras finamente cortadas. Todo muy rico pero tiran las ingles y levantarse es una aventura. Un parroquiano, Susuki san, nos lleva a Tomobe y allí pasamos la tarde.


Cena con todos los presentes, se ha incorporado Mike Coleman, irlandés de 91 años que vive hace 67 años en Japón. Es un hombre bondadoso, cordial y no tan hablador como los otros dos compatriotas. Ahora, los tres mayores, forman un grupo simpático de viejos misioneros, a los que hay que agradecer tanto su entrega en tierra extraña. Tras la cena, Brian ayuda a Phil a acostarse y los otros dos irlandeses van a hacerle una visita al cuarto, y mantienen una viva y larga conversación, que resuena ligeramente en el cuarto que habito al lado.

Hasta ahora no había soltado lo del país del sol naciente, y esperaba no hacerlo en ningún momento, pero resulta que el sol ni ayer ni hoy ha nacido, el día es nuboso y gris y el frío empieza a ser “del carallo”. Es San Blas, pero eso es un dato menor. Hoy hay encuentro de todos, aparecen por la casa los indonesios Rusni y Waluyo, que desempeñan su tarea en Mito y Yamagata respectivamente. Solo falta Martinus, que está en Filipinas haciendo un tiempo sabático prolongado. El desayuno es de numerosa asistencia, hay un buen ambientazo en la casa. A las 11 nos juntamos para la misa del primer aniversario de la muerte de Mike Narita, acude su familia y las hermanas de una congregación que trabaja en el kindergarten de Mito. Todo es en japonés, así que no me entero de nada, pero se sigue bien, es lo bueno de la Iglesia romana. Una de las religiosas es Mercedes, mexicana, así que tras la misa y una oración en la tumba charlamos largo y tendido. Cuenta la dificultad de aprender la lengua, lleva dos años de largo esfuerzo y apenas puede decir algunas frases cortas. En fin, a los nuestros también les costó y ahora hablan sin parar.
La comida es igual de concurrida que el desayuno, tempura de hortalizas y pescado que sobró de la noche anterior, sopa buena, pollo y verduras en trocitos, arroz para quien quiera, todo muy ordenado y apetecible. Aparece una quijada de atún braseado que vamos repartiendo, muy bueno. Cosas variadas y todas buenas.
A las 2 de la tarde, menudas horas, reunión del equipo económico, que forman Michiaki, Rusni, John Yamada y el señor Shin-ichi Tsukamoto, muy formal. Me dan muchos papeles con Excel en japonés y números y Michciaki me va explicando qué es cada cosa, le robo miserablemente su lápiz y voy apuntando lo que puedo. Me entero de todo, creo, aunque quizá con poca precisión, pero los datos globales están claros y los problemas también. Japón depende mucho de que tengan personal para atender las parroquias y dirigir los kindergarten, que aportan salarios, intenciones de misa y donativos algunas veces importantes. Se habla mucho de la situación en Filipinas, pero eso lo escribiré en su momento. El capítulo provincial de Indonesia ha mostrado su acuerdo en la integración de las comunidades de Japón y de Filipinas, quizá como dos regiones o puede que de otra forma, se irá estudiando. Habrá un capítulo extraordinario en noviembre y hasta entonces hay tiempo para que los hermanos de todos los lugares estudien tranquilamente y hagan propuestas.

Esto hace que sea una oportunidad para que los hermanos de Japón planteen los objetivos que quieren para su futuro, teniendo en cuenta que el grupo es pequeño y los japoneses e irlandeses son bastante mayores. Además, preparar a hermanos para los kindergarten no es cosa de un año, hay que preverlo con mucha antelación, y aprender la lengua lleva su largo tiempo. Si se busca que las comunidades tengan un número suficiente de hermanos se deberá plantear como una petición para que haya un grupo amplio. Si esto fuera así, la situación económica se asegura porque la gente es generosa y las finanzas sscc están bien organizadas y asesoradas por buenos profesionales. Japón puede aportar recursos tanto a la Provincia futura como a la Congregación.
Un poco de descanso y la cena, con el frío acechando tras los cristales, que se van llenando de vaho. La noche se ve solo a medias, tamizada por una película que parecía invisible, pero que no lo era.
Es martes y empezamos el día como Dios manda, con una misa en japonés que presidió Mike Coleman, no entendí nada pero no importa, suplet ecclesia. A media mañana salimos hacia Yamagata Michiaki, Waluyo y servidor. Es un camino de 4 horas en coche hacia el norte, pasando túneles bajo diversas montañas que se van interponiendo. En un momento del viaje empieza a nevar, el frío va haciéndose más presente a medida que avanza el vehículo. Paramos a comer ramen de miso, como todo ramen con caldo, en este caso de miso o soja fermentada, con noodles, algo de carne y alguna hortaliza desconocida. Empiezo con palillos y me acabo pasando a cuchara y tenedor, también costumbre asiática pero mayormente indonesia y Filipinas, influencia europea. Está permitido sorber, pero una voz ancestral de mi abuela y mi madre me impide hacerlo y además me acabo todo el bol, cosa que los demás no hacen y dejan un poquito de caldo. ¿Será cultural, consuetudinario o coincidente? Ni idea.

Llegamos a Yamagata, capital de la prefectura del mismo nombre. La congregación presta servicio en la parroquia San Juan Bautista y en el kindergarten añejo, una escuela infantil católica con niños y niñas desde 6 meses a 6 años. Les visitamos y siempre encuentran mucha diversión con un exótico como yo, por exótico, que no por divertido. Pasamos un buen rato con ellos que cantaron y bailaron y nos mostraron sus juguetes, todos y cada uno. Tomamos un té verde con algunas profesoras que preguntaban por la jornada laboral en España, al saberlo preguntaron si podían venir a trabajar. Si ahora se reduce más será mayor la diferencia, igual vienen todos los japoneses a contratarse. Pero eso es harina de otro costal.
Me llevan a un lugar cercano a cenar sushi del bueno, primero unos percaditos planchados con encurtidos y verduras, sopa de pescado con espinas y restos, muy buena, el inevitable gengibre, y finalmente los rollitos de arroz en alga nori llamados maki. Seguimos con puñados de arroz con pescado crudo encima, nigiri, de un extraño pez, bacalao, calamar, gambas maravillosas y atún, cada vez una unidad preparada por el cocinero, que aprendió años en Tokio y a quien el estado le va a cerrar el local por asuntos legales, en todas partes cuecen habas, lo que le producirá el retiro. Una pena porque tiene clientes de años, entre los de hoy un grupo le atiza largamente al sake, resultando uno de ellos con una cogorza monumental. Aprendizaje para el fututo: sushi es todo el conjunto, luego cada cosa tiene su nombre. Ahora sí espero acordarme y no tener que estar siempre preguntando cundo voy a un japo.
Cerramos la noche, temprana pues eran las 8 acabada la cena, en un karaoke, sí, como suena, han leído ustedes bien. Michiaki se arrancó con canciones japonesas y alguna en inglés. Yo mantuve un tono discreto, más acorde al “laconismo militar de nuestro estilo”, no digo de dónde es la cita ni de quién para que no haya ningún soponcio. Regentan en local unas simpáticas filipinas, muy amigas de Waluyo y Michiaki, y conocidas de hace muchos años. De hecho, el párroco estuvo para bendecir el local, así que todo queda en el orbe católico. Cervecita, canciones y a casa, a dormir, con la nieve cayendo, esa nieve que es tan bonita tras los cristales y tan desagradable si hay que andar sobre ella y dejarse mojar. Solo faltaba un trineo con renos.



Amanece el miércoles nevado y una capa de casi 10 cm sobre suelos y parques, tejados cubiertos y un frío pelón con viento constante. Ninguna reseña de mañana, comemos en el kindergarten a las 11,30, hora temprana incluso para el bocata de media mañana cuando se tiene. Noodles japoneses gordos con una carne picada con verduras, col en bol aparte y frutas con gelatina. Todo más bien rapidito y regado con té verde. La vuelta es en trenes rápidos, como un AVE de 20 vagones, pero hay que cambiar dos veces de tren en el trayecto, todos van a Tokio, si bien Tomobe es ciudad intermedia y el super rápido no para ahí. El último tren es como un cercanías pero en hora. En los transbordos hace un frío tremendo, hay organizadas colas en los andenes a la altura de las puertas del tren y no se entra al asalto. Qué sociedad más ordenada, santo cielo. Llegamos a casa, home, sweet home, con su calorcillo. Desmiento que los grifos se abran siempre al revés, en esta nueva experiencia he comprobado en dos o tres lugares que son monomandos de funcionamiento convencional, se abre hacia arriba y se cierra hacia abajo. Era algo muy importante que había que comprobar.
Visito Mito con Rusni, la parroquia y el kindergarten, me encuentro con las hermanas que trabajan allí con los niños, entre ellas a la mejicana Mercedes. Volvemos.
La cena es de despedida, un sushi que se utiliza como “party home” para llevar a casa. Makis, niguiris, sopa de miso, etc. Y buen sake, especial para la ocasión. Me enseñan a hacer los paquetitos con el alga nori, arroz pegajoso y el pescado crudo, y una hoja verde para que haya de todo un poco, mojado en soja con wasabi, siempre desatranca la nariz y lo que se ponga por delante. Pescado variado, fresco y crudo todo él, magnífica cena. Sufro con los palillos.
Jueves y último día de mi estancia japonesa. Misa temprana, desayuno y despedida. Kenji, John y Brian salen a la puerta, son siempre muy ceremoniosos y delicados. Me lleva Michiaki al aeropuerto de Narita, dos horas desde Tomobe. Las colas para facturar son normales, pero la del vuelo a Filipinas de Cebú Pacific, lleno todo de filipinos, anuncia un ambiente muy distinto, bullicioso, con enormes maletas y paquetes, gente que se quiere colar… Otro mundo. El vuelo lleno a tope. 5 horas y media después aterrizamos en Manila. Una característica asiática es llevar muchos paquetes de comidas distintas, dando la vara con los plásticos que suenan constantemente y turban el silencio que cabría esperar.

Como suponía, hay una enorme cola para inmigración, la zona de pasaportes extranjeros está llena, así que había muchos filipinos y muchos de otros países, la inmensa mayoría asiáticos. Detrás de mí un grupito de estadounidenses habla sin parar y en alto una hora seguida en la fila, charla, risas y berridos, acabo exhausto y con ganas contenidas de dispararles. El control es muy fácil una vez estás en frente del agente, la aduana también. Me esperan varios hermanos que se han juntado a la llegada tras pasar unos días en unas jornadas vocacionales. Tono, Boni, Jerome y Harold me llevan en una furgona que atraviesa Manila difícilmente. Hay mucho tráfico y tardamos mucho en llegar al Damien Formation Center, en adelante DFC. Cenamos el arroz consabido, langostinos con salsa, soja o brotes, fruta y banana seca y dulce, además de varios vasos de agua fría. Hemos pasado del frío pelón a 28 grados húmedos. Y los temidos mosquitos acechan, pero vengo preparado con mis armas químicas convencionales. Me voy pronto a dormir, envejezco.
Hoy sábado hay “outing” a conocer el noviciado, vamos todos los del DFC juntos, en furgona, pero sin canciones sobre los padres escolapios que nos llevan de excursión. Largo camino, más o menos de hora y media ya que hoy hay menos tráfico. Llega Felipe F y nos damos el pequeño placer de hablar en español, me va mostrando la ciudad a medida que la recorremos. Al salir de las autopistas, propiedad de la Corporación San Miguel, la de las cervezas, nos adentramos hacia la montaña, un volcán en cuyo cráter hay un lago y una pequeña isla que a su vez contiene otro lago más pequeño. Muy sorprendente. La casa del noviciado es una propiedad bonita, muy cuidada por Jovi, otro hermano, o father, sscc. Ahora está él solo porque no hay novicios este curso, pero es una solución transitoria pues Fefe tuvo que ir al prenoviciado y volverá.
Excursionamos, si existiera la palabra, a una enorme finca que tiene en la zona la Congregación Verbo Divino, en adelante SVD. La palabra antes usada, enorme, se queda muy corta, hay un inmenso convento y casa de formación, varias construcciones como un centro de espiritualidad, una facultad de teología, otra de otros estudios… En medio muchos locales abiertos con mesa grande y bancos para reuniones de grupos y familias, una gran capilla y antes un convento entero que cedieron a las Pink sisters, congregación femenina SVD de clausura que viste hábito rosa. Un rótulo de una de las construcciones dice que María es la Virgen de los pobres, es claro que la Virgen tiene claro lo de los pobres, los demás no sé, a la vista está.
Comemos una rica comida filipina, una enorme bandeja para 10 personas que contiene verduras, arroz, pinchos de pollo, un pescado para trocear, trozos de cerdo asado, rollitos con carne picada y verduras dentro, frutas como melón, sandía, mango. Y dos calderos de sopa con carne, lechuga y otras verduras, todo muy bueno. Lo regamos con una cerveza San Miguel, de botellín retro. Hago foto a la bandeja, pero me atrasé un poco y queda algo deslucida.



Volvemos a casa, parando en un puesto de frutas, compramos Jack fruit, guanábana, en fin, exotismos locales que por serlo, no son exóticos. También nos detenemos en un vivero a comprar algunas plantas. Hay muchos viveros por esta zona, la mayoría con plantas, algunos con zona de flores. Hay mucha variedad de colores y de fondo un verde insultante en toda esta parte. El hormigón y asfalto de Manila se olvida por un momento, es como un descanso del alma o algo así. En cualquier caso, dejamos el alma descansada y volvemos a lo que se llama la jungla de asfalto, el atasco solo incipiente, los peajes multiplicados, las idas y venidas a paso de tortuga cansada y coja.
Casa, cena y algo de tiempo para seguir informando. También para preparar las reuniones económicas que nos quedan, que serán dos. Un programa apretado, se va viendo el final. Pero en la cena, supuestamente intrascendente, se produce un hecho terrible: me ofrecen comer “balut”, esto es, un huevo de pato “germinado”, o sea con embrión de pato, y cocido. Si ya un huevo cocido me parece un arma química, que esté fertilizado y con un bicho naciente me dejó sumido en el llanto y la desesperación, con el estómago vuelto del revés, pero me recompuse, decliné la oferta y comí lo convencional, terminando con un trozo de tarta de coco, de la misma carne de coco, como si no hubiera pasado nada y sin aspavientos. Pero ver comer esa cosa a la concurrencia no se me olvidará. Le añaden una salsa que consta de vinagre y guindillas, que mirándolo fríamente me parece lo único comestible de la mezcla. He de hacer notar que es la única comida que he rechazado.

Salimos a las seis de la mañana de casa rumbo a Bagong Silang, se espera un trayecto de una hora y y media, hoy hay poco tráfico en Manila. Llegando a nuestro destino, es el barangay, unidad administrativa local, que podría ser un distrito municipal, más que un barrio y menos que la ciudad absorbida por la gran metrópoli, más poblado de Manila. Aquí viven montones de personas e infinitos niños y niñas, una alegría a primera vista y una cierta pena a segunda vista. Las condiciones ya no son las de las otras áreas donde están nuestras casas de formación. Esto es duro, a la vista y especialmente para vivir aquí.
Desayuno con Noel y Agung, los dos que trabajan aquí. Misa en Tagalo, clara para los locales y menos para los visitantes, pero es verdad que la Eucaristía salva las distancias y la amabilidad también. Infinitas bendiciones, father por aquí y father por allá. Nada muy nuevo, si bien de saberlo a vivirlo siempre mantiene una diferencia.
Hemos venido Bony, Harold, King y yo. King vivía aquí antes de entrar en la Congregación , es el único de Bagong Silang. Vamos a la casa de las hermanas, el centro social Damián. Hoy hay una misión de salud, médicos venidos de Hawaii y algunos más locales, enfermeras y estudiantes de medicina en prácticas atienden a un montón de vecinos preinscritos, gratuitamente claro está. Nuestras hermanas organizan las cosas y prestan los locales. Patricia y Ellen nos van mostrando la tarea de hoy, siguen llegando personas de todas las edades, muchos abuelos y muchos niños. La gente no tiene seguros y no hay apenas cobertura pública. Así que esto es muy necesario. Creo ser justo al decir que las hermanas hacen un gran trabajo, poco compartido por nosotros, lamentablemente. Se habla de desencuentros a lo largo de la pequeña historia, peccata minuta a mi entender, pero así es la vida.
Visitamos el centro Aymer del proyecto de alimentación para personas mayores, en los que un voluntario y muchas voluntarias preparan la comida para los que están hoy en el Centro Damián. Lo hacen todos los días, una comida diaria para ancianos sin recursos. El paseo por las calles muestra lo que aquí es verdadero, el rostro crudo de la miseria, y también el rostro de la misericordia. Nos ayudaría aprender algo y echar una mano más allá de las discordias de convento, que a veces está a otra cosa.

Tarde muy tranquila para mí y no tanto para los de aquí, hay mucho sacramento que celebrar. Cena con los dos, charla larga sobre lo que se puede hacer en la parroquia y sobre asuntos económicos de filipinas.
La mañana del lunes empieza con una misa a las 6, en perfecto tagalo, luego desayuno. Llega[IM1] Ross para llevarme a Bagbag, la segunda de las parroquias que atiende la Congregación en Filipinas. Me cuenta que se murió un sacerdote de la diócesis de Novaliches, un argentino con 51 años llamado Luciano Felloni, y que es el funeral y que si quiero asistir, que así me presentará al Obispo Roberto. Accedo, el tráfico está pesado y llegamos por los pelos, me presentan al Obispo Roberto, que no me hace mucho caso, y a un montón de curas, destaco a un argentino y un mexicano, además de un italiano con los que hablo un rato. Gente amable, todos llevan mucho tiempo aquí, los tres son de congregaciones distintas. El funeral es en la Parroquia de San Bartolomé, con un retablo muy dorado sin oro alguno. Liturgia larga, en inglés con homilía en tagalo. Es un golpe muy importante para esta diócesis, se puede percibir claramente, así que me solidarizo.
Aparecen dos hermanos sscc, Andy Healey, de 93 años, misionero[IM2] en Japón más de 40 años y en Filipinas más de 10. Se acompaña con un bastón y con Jonnel, un hermano filipino, ambos viven y trabajan en Bag Bag. Volvemos los cuatro a la parroquia y allí tenemos una conversación sobre la economía de la parroquia y de la comunidad, todo muy limitado y escaso.


Jonnel me lleva después a visitar el cementerio anejo, ya que me cuentan que vive gente allí, encima de los nichos hay viviendas. Lo compruebo, filas de nichos de 7 alturas y encima hay casas o lo que eso sea, donde habitan las familias. Pero sorprendentemente hay también viviendas entre los bloques de nichos. Las tumbas pobres se cierran con hojalatas de tejado desechadas. Las otras con alguna lápida más bien escueta, pero con fotos del difunto y flores de plástico normalmente. En una tumba junto a una vivienda alguien ha dejado la bici aparcada dentro, parece una bici difunta, no quiero ni pensarlo. Un montón de niños juegan o deambulan por el recinto, todos viven allí. La mayoría son irregulares y personas que, en cualquier caso, no tienen otro lugar mejor donde vivir. Uno ha visto ya algunas cosas por este mundo, pero esta es nueva. Si me lo cuentan no lo hubiera creído, hago algunas fotos pero no a las viviendas donde la gente sale y entra, me parece obsceno y me abstengo. Me cuentan que esta situación se agrandó con la pandemia, pero me parece que existe desde hace mucho más tiempo. El paredón enorme de la Iglesia sostiene muchas tumbas, que se van elevando como si treparan, culminadas por casas. Nuestros indignísimos gobernantes lo llamarían solución habitacional, sería estupendo cursar una invitación a visitar la plaza y que vinieran, pero eso no ocurrirá, están muy ocupados en sus negocios y corruptelas. Los insignes de aquí no son mucho mejores ni mucho peores, podrán hablar de lo que deseen, pero esto y muchas otras cosas parecen suficiente como para intentar mejorar algo. La miseria grita mucho, si bien hay que tener el corazón y los menudillos para escucharla. Menos hablar, también por la parte que me toca.



Por la tarde volvemos, tráfico de Manila mediante, y conozco a Erwin, otro sscc, aún no nos habíamos encontrado. Por la noche invité a cenar a todos los presentes, era mi deuda, dado que en Japón pensé comprar algo pero estaba todo en japonés y no sabía qué había en cada caja, por lo demás muy bonitas todas. Así que los jóvenes eligieron restaurante de comida filipina, platos compartidos de carnes distintas, pescado, arroz… salimos llenos de todo. Naturalmente fue más barato que cenar en Madrid o en Roma.
El martes 4 del presente amanece, día caluroso, me recuerdan rápidamente que es invierno, así que no prosigo con mis lamentos. Se van sumando hermanos para la reunión posterior. Saludo a Demetrio, conocido como Jung Jung, que vive con Fefe en la casa de postulantado de Caínta, otra ciudad en la ciudad. Desayuno masivo y empezamos la reunión para dos temas principales: el capítulo provincial de Indonesia y las finanzas. Sobre lo primero informa el Provincial, la nueva estructura de la presencia de la Congregación en Asia, que dará un nuevo horizonte a los distintos grupos que la conformarán. Normalmente quedará una Provincia que es Indonesia y dos regiones como Japón y Filipinas. Queda por resolver si será así o de otra manera, para eso habrá un capítulo provincial extraordinario de Japón Filipinas en noviembre en Manila. Quedará por ver la incorporación o no de India y Polinesia Francesa. Nadie pregunta cosas como si la estructura da vida, son más concretos y capaces de reconocer límites y abrir horizontes que quizá no sean los de cada grupo particular, ni los de cada uno más en particular aún, sino los de todos, o de todos los que quieran, en conjunto. En fin, los procesos estructurales siempre traen penas y esperanzas, la cosa es qué foco pone cada quien.


Aunque no se habló en ese capítulo de finanzas, ni una palabra, las preocupaciones son claras: Japón por el personal y el futuro, Filipinas por las vocaciones y las finanzas. El segundo gran tema, la economía, fue presentado por mí mismo. Coincidamos en las preocupaciones. Japón necesita personal para mantener los ingresos y poder contribuir, para eso hay que preparar hermanos ya, pues aprender la lengua y la capacitación para ser director de un kindergarten se requieren entre 3 y 5 años. Tenemos posibilidades pero no tiempo. Filipinas necesita ayuda económica y también perfilar su futuro. Es difícil reducir gastos con casas tan grandes en las que el estilo de vida es bastante simple. Por tanto, mi propuesta es mirar hacia los ingresos, en tres posibles vías, abriendo preguntas:
- En relación con la Formación Inicial, ¿podríamos plantearnos otra orientación? ¿Podríamos tener alguna etapa de la FI en un lugar como la casa de Bagong Silang, colaborando con la parroquia y buscando más opciones? ¿Podríamos plantearnos que los formadores desarrollaran alguna tarea como la enseñanza u otras? Y los formandos, ¿podrían hacer algo que les ayudara con algún sueldo o estipendio algunos días de la semana?
- En relación con las parroquias, lo primero es proporcionar información clara todos los años, no de vez en cuando. La transparencia es un reto y un deseo. ¿Podrían las parroquias fijar una cantidad mayor como contribución a la congregación cada año? ¿Podrían los hermanos que sirven en las parroquias desarrollar otras tareas diferentes al ministerio? Podríamos buscar una parroquia más en una zona más rica para apoyar nuestra misión y sostener nuestro trabajo actual con los pobres.
- En cuanto a la búsqueda de benefactores, mi sugerencia es hacer un plan específico para esta tarea, nombrando un equipo que se encargue de ello y aporte iniciativas concretas. La idea es buscar benefactores para la congregación, no para una persona o un proyecto específicos. Debe ser una tarea común en la que estén implicados todos los hermanos. Sería de gran ayuda contar con ideas y contactar con algunas congregaciones que estén trabajando en ello. También podemos fijarnos en las buenas prácticas de Indonesia, que están trabajando muy bien esta tarea.
Se dialoga ampliamente, quizá mirando más a cosas concretas y al Shock general por los datos. Las preguntas son para ir respondiendo en el tiempo que va de hoy al capítulo. Ya está todo hablado, pero nunca resuelto.

Por la tarde visitamos a las hermanas, Anas nos recibe y nos encontramos con una de las novicias y dos de las participantes en la sesión de preparación para los votos perpetuos. Visita corta pero agradable. Después vamos a intramuros en Manila, a ver lo que fue la fundación de la ciudad por el Adelantado Miguel López de Legazpi. Visitamos el convento de san Agustín, que repasa la historia de la evangelización por parte de los agustinos en Filipinas. Entre los destacados sobresale la figura del fraile y cartógrafo Andrés de Urdaneta, que condujo a los primeros agustinos a Cebú en el Galeón de Manila desde Acapulco, México y al mismo Legazpi. Ahí empezó la devoción al Divino Niño de Cebú, todavía de llama así. También llevarían al Nazareno, enorme devoción filipina actual. En fin, reconocimiento a las glorias del pasado.
Cenamos en un restaurante que abre 24 horas, The Aristocrat, destaca la Crispy Pata, un codillo de cerdo con la pata todo él frito, también compartimos pescado y pollo. Me bebí un coco. Y casi salimos rodando con tanta comida. Vamos a la casa de postulantado en Caínta, un larguísimo y eterno atasco.
La mañana contiene alguna actividad: reunión con los prenovicios para hablar de finanzas, tema apasionante para ellos. Son cuatro de Vietnam, un filipino y un indonesio, de edades diversas, aunque por encima de los 30 en general. Cuentan brevemente su vida y su experiencia en congregaciones y diócesis, las que dejaron, trabajaron unos años y conocieron a nuestra congregación. Eso les da ventaja y me la da a mí para explicar qué es economía en una congregación y por qué la exigencia de una vida austera y pensando en los demás. El cuidado de la casa es hacer economía, así que todo el mundo está concernido. Hacen preguntas o comentarios, tienen puntos de vista interesantes. Se puede seguir trabajando este tema, al principio les pregunté si alguno de ellos tenía interés en las finanzas, y como es normal, casi nadie estaba interesado. Solo uno, el filipino, que ha estudiado economía, estaba interesado, aunque odia la contabilidad, lo que nos une a ambos. La vuelta al DFC con Jung Jung tras la comida es una muestra más del asqueroso tráfico de Manila, al que claro está, contribuimos.

Llegamos a tiempo, justo, a la reunión con algunos hermanos y varios laicos, principalmente de la parroquia de Bag Bag. Alguno indica que no proyectemos números, que al ser la primera vez que se trata este tema con laicos no es conveniente. Hay tres profesionales de las finanzas retirados que colaboran en la parroquia y algunos activos, ellos plantean las cosas de otra manera, si el fin es buscar ingresos, tendremos que saber de qué estamos hablando. Nuestros caminos son distintos a los de los expertos, eso es muy notable. Sigo pensando que no podemos hablar de finanzas sin números por delante, no después. Lo mismo, aunque en otro ámbito, le pasaba a San Juan Bautista. Aportan más cosas, como saber qué fines queremos, qué estructura jurídica puede sustentarlos, algunas ideas más concretas para trabajar tanto personalmente como online. Ideas muy bienvenidas, veremos si hay algún seguimiento tras el entusiasmo. Se insiste en una próxima reunión, se intercambian teléfonos…
Tiempo para preparar la maleta, ducha refrescante, pequeño balance, cena frugal pero adornada con sake y vino chileno, una sorprendente mezcla. Despedida con buenos deseos y agradecimiento, por haber venido y por la acogida, cada quien en su perspectiva. Quedan muchas cosas por conocer, next time he contestado a todas las propuestas. No sé si llegará esa próxima vez, pero en todo caso, ha sido una gran experiencia, de la que doy, y daré más, debida cuenta. Ya lo sabíamos, Dios es muy bueno, los hermanos también, la congregación es un camino que siempre está por hacer y sigue sorprendiendo, a locales y extraños.
Salimos pronto al aeropuerto, mi vuelo es a las 6,20 de la mañana del 13, si bien llegamos a medianoche por si acaso, gran prudencia, hasta las 3 no abren el check in. Me siento, me levanto, y así numerosas veces. Entre lectura, serie y cola va pasando el tiempo. Air China me llevará primero a Beijing o clásicamente Pekín, y luego a Madrid. Digo, pues, lo último aquí, mi agradecimiento a japoneses y filipinos, otro rincón del mundo del que salgo sabiendo algo más de lo que sabía.
Ahora pongo rumbo a poniente. Laus Deo.