De paseo... con Nacho Moreno sscc, Provincia, Vida Provincial

Camino a Flandes y Holanda

Andaba uno dividido, en parte por la espera del Adviento y en parte porque todo el mundo dice que es Navidad. Madrid se ha llenado, hay turistas centreando sin límite, si paseas hay que hacerlo en dirección contraria para no sortear tanto personal. En esas, llegó la hora de viajar a Flandes, que es región belga de recuerdo grato para unos e ingrato para otros, como casi todos los recuerdos. Por tanto, nada de aludir a los tercios excepto si son de cervezas trapistas y otras de gran consideración y fama bien ganada. Pero ese tampoco era el motivo del viaje. El Superior General embarca desde Roma y servidor desde la Villa y Corte.

Capilla y tumba de San Damián de Molokai, Lovaina.

Lovaina es ciudad de universitarios, algunos de habla neerlandesa y la mayor parte de habla inglesa. La ciudad se llana de habitantes esporádicos, que en cuatro o cinco años desaparecen si es que estudian bien. Aquí no hay mucho campo en que retozar en la hierba, además del asfalto hace un frío que pela y eso reduce mucho las ganas de refocilarse por ahí. La noche es pronta y el amanecer se atrasa, el día no es luminoso casi nunca, todo panza de burra o así. Seguro que hay grandes expectativas personales, pero no creo que muchas actividades al aire libre, ya que es un aire libre frío y poco acogedor.

El convento SSCC se aviene a la frialdad de lo grande y antiguo, tendrá su pátina, evidente en algunos rincones. Los hermanos nos reciben con más calidez, repasamos temas ya anunciados, especialmente a propósito del futuro, tanto de la casa como de la comunidad. No hay situaciones muy preocupantes, pero sí de deterioro por la edad, muy alta ya, o por la salud, quebrantada en parte, especialmente el alguno que va perdiendo la memoria inexorablemente.

El proyecto que elaboró la empresa Triginta, destinado a dar uso a la casa y producir algún beneficio a la comunidad, está atascado en las exigencias legales de la ciudad. No basta un fin social, tiene que ser para vivienda de estudiantes. Con eso puede ser que se apruebe, tras alegaciones de vecinos, unas razonables y otras no. Luego vendrá la aprobación de la Provincia, creo que del Bravante belga, pero no estoy seguro, también a mí se me escapan los datos. Con todo, puede que en verano próximo se empiecen las obras para adecuar la vivienda adaptada de los hermanos. Largo me lo fiais, pero así es la vida, las exigencias no se rebajan y lo legal depende de varias administraciones, qué hay que no sepamos.

Como las reuniones no son largas, tenemos tiempo una mañana para conocer Lovaina la Nueva, otro lugar vinculado a la universidad, en este caso francófona. Los trenes salen en neerlandés y en alguna frontera no establecida claramente, siguen en francés. Realmente parece que uno cambia de país, lo regional prima en cuanto a lengua y costumbres. Ahora Flandes es rico, y Walonia pobre y algunos flamencos no quieren pagar su parte a otros; los walones dicen que cuando ellos eran los ricos no pidieron nada a los flamencos, y así andan. Insisto, nada que no sepamos, radicalidad lingüística incluida, y una cierta cortedad también.

Beguinas, Breda.

Lovaina la Nueva ofrece mucho frío y un mercado navideño, lumbre en medio y un combate para atemperarse el cuerpo, ayudado por un vaso de vino caliente, realmente caliente, sopa en otros casos, de las personas que nos reunimos en torno a una candela encendida en la plaza del pueblo. Recorremos un par de calles, pero se acaba la cosa y llega el campo, oscuro y nebuloso, y muy húmedo, eso sí. Lo mejor de la excursión han sido los trenes, que tienen potente calefacción, y en fin, ver algo nuevo para los viajeros. La distinción por lengua de las universidades (no tan universales, por cierto) lleva a pensar en los límites que ponemos a la inteligencia, que son variados.

El domingo fuimos a misa, como buenos cristianos, esta vez en la parroquia de San Miguel, enorme templo congelado, en el ambiente y en sus muros. La celebración la preside Juan Carlos Tinjacá en español, muy agradable, pero requiere meter las manos en los bolsillos y anhelar prédica corta. Comemos con unas parroquianas, que nos cuentan historias locales y de su experiencia extranjera. Muy agradable. Nos subimos a otro tren, caliente y agradable, rumbo a Breda, cambiando en Bruselas norte. De este lado, el tren es belga, no hay mucha diferencia para los de fuera.

Los Países Bajos nos reciben con un mensaje en el teléfono diciendo que ya estamos en los Países Bajos. De la estación de Breda, tras recordar en la mente la rendición pintada por Velázquez, y sin más comentarios al respecto, nos dirigimos andando a la Mater Dei, nueva casa de nuestros hermanos. En ella se juntan con hermanas de una congregación franciscana local, propietaria de la casa y del hospital anexo, y hermanos de la Sagrada Familia y capuchinos, el grupo mayor. Es una casa con asistencia según necesidades. Cada uno tiene una habitación o dos, según contrataron, y cada grupo tiene una sala propia para sus reuniones. Está todo perfectamente pensado, hay un montón de personal y se ve que queda muy bien atendido. En un primer vistazo, los hermanos han tomado decisiones inteligentes para el futuro.

Torre de la basílica de Nuestra Señora, Breda

El lunes tienen visita del peluquero que les atiende desde hace muchos años, antes el padre y ahora el hijo, que llega en bicicleta desde Bavel. Nosotros nos vamos de paseo, vemos la ciudad y entramos en la Basílica, antes catedral católica, luego Iglesia protestante y ahora museo, perfectamente cuidado. Habíamos visto en visitas previas Iglesias convertidas en librería o en apartamentos, eso sí es reciclar. En este templo rendimos honores a la familia Nassau, benefactora a lo largo de la historia. Visitamos después el área de las Beguinas, que lo fue hasta 1990 cuando murió la última. Una zona bonita y cuidada, como todo en la ciudad. Cruzamos un hermoso parque y volvimos a comer. Conversaciones del P. General con los hermanos y saludamos a los vecinos de Teteringen, Alex, a la vez administrador de la comunidad y Peter, que vienen a jugar la partida de cartas semanal, esta vez en esta casa, otras en sus casas respectivas. Se apuestan 5 euros por persona, no da para hacer un viaje con el bote. Amistad compartida y buenos recuerdos, se agradece mucho su presencia. Anne Margrit, por su parte, sigue cuidando de los hermanos como hacía hasta ahora, medicinas y lo que necesiten. En las comidas comparten mesa con Joke, una señora de 91 años simpática y habladora, a veces mucho. Dice que es la mejor mesa y por eso se apunta siempre.

Interior de la basílica de Breda

Para nosotros también son habitaciones de mayores, sin asistencia que no necesitamos. Esto no deja de impresionar un poco, recuerda donde llegaremos si está de Dios. En todo caso, se agradece mucho la limpieza, olor neutro y fresco en la casa, el cuidado, las formas amables y la buena disposición.

Tras las despedidas y buenos deseos para Navidad, en otro caldeado tren llegamos al aeropuerto de Schipol en Amsterdam. Y cuando parece que todo está bien pensado, milimetrado, sin fallo alguno, eficaz y eficiente resulta que en el paso de seguridad que se anuncia maravilloso, nos tienen una hora haciendo cola, con pocos seguratas trabajando y máquinas paradas, turnos que se acaban y no se suplen, todo más lento que el caballo del malo. Hay con gente a la que se le echa el tiempo encima y los que pagaron fast track miran con recelo a los de clase baja, nosotros incluidos. Aunque todos sabemos que eso lo paga la empresa, no ellos, que volverán a la clase baja cuando la empresa decida que es demasiado caro. Quizá no eran tan perfectos en esta parte del mundo, quede la crítica flotando.

Volvemos con la tarea hecha y la agradable sensación de la visita a los hermanos. Tierra fría y de una cierta parquedad, pero también con esto vivimos. Y una cerveza magnífica, dicho quede. Laus Deo.

PD: un par de hallazgos fotográficos, convento finalmente casino en Breda y una estampa irlandesa.