«Y yo, ¿qué bombilla soy?»
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Mateo 5, 13-16
«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».
Llevamos una buena temporada intentando ahorrar en la factura de la luz, calculando franjas horarias y midiendo aquello que consumimos en cada casa. Si soy joven y aún no me ha tocado entrar en estos asuntos, seguro que he recibido algún que otro “apaga la luz, que está muy cara”.
Jesús nos habla hoy de otro tipo de luz, esa que estamos llamados a ser cada uno de nosotros para llegar a alumbrar todo lo posible, y puede ser un buen momento para hacerme una revisión de cómo va mi factura de la luz y hacerme una serie de preguntas para ver si, entre Dios y yo, podemos sacar un mayor rendimiento.
Quizás en mi vida hay encendidas muchas luces fluorescentes, estoy lleno de tareas, de trabajos o estudios, de amplios espacios en los que estoy rodeado de personas, cantidad de actividades…
Reviso también cuántas luces LED hay en mi vida, esas relaciones que siempre están y no se apagan, que hacen que mi vida esté llena de luz, aunque a veces ni lo perciba o lo agradezca.
Me pregunto si soy esa luz cálida, que crea hogar, buena para las conversaciones largas y profundas, para la oración, para el descanso de quienes me rodean. O si quizás mi luz es fría y azul, necesaria para ver los detalles y para curar, para analizar y no quedarnos en lo superficial.
Miro si hago uso de mis linternas, las que me ayudan a ver en la oscuridad a todas las personas apagadas por la injusticia, el egoísmo, la exclusión, la violencia o la enfermedad, y, si, cuando veo sus rostros, enciendo la vela que me conecta con Aquel que es la luz verdadera y me llama.
Termino mi revisión y me pregunto ¿me estoy dando o ahorrando?
Marina Utrilla ss.cc.