En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?»
Mateo 11, 2-11
Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!»
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: «Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti.» Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.»
Algo ha confundido a Juan Bautista … Había bautizado a mucha gente en el Jordán; invitó a muchos a cambiar de vida, a acercar su corazón al de Dios; había anunciado la venida de Jesús, le había señalado como Mesías … Pero ahora estaba confundido, tanto que pregunta si es Jesús el que ha de venir o si hay que esperar a otro …
Quizás es la cárcel lo que ha confundido a Juan … Ahora está atrapado y no ve con claridad. Quizás también nos sucede a nosotros que estamos “atrapados”. Nos creemos libres, nos decimos libres, pero en el fondo vivimos atrapados por tantas cosas … La tecnología, el materialismo, el relativismo, los condicionamientos sociales, la precariedad económica, el egocentrismo, … tratan de hacerse fuertes en nosotros y nos obligan a vivir en la intemperie … Nos ponen a prueba y nos confunden, nos someten y nos hacen vivir muchas veces “sin alma”, escribir “sin alma” nuestras vidas, … y a veces llegamos a “amar sin alma”, a tomar las decisiones más importantes de nuestra vida “sin alma” …
Aquel día JB, el gran profeta, la “voz que clama en el desierto”, dudó … Nosotros también dudamos, muchas veces, llegamos a dudar de todo, de nuestros sentimientos, de nuestro futuro, de nuestros sueños y esperanzas, de las personas, de la fe, de Dios mismo … A veces vivimos en un “mar de dudas”, en ocasiones sentimos ahogarnos por las dudas … Tratamos de convivir con ellas, casi nunca las enfrentamos, esperamos que se resuelvan por sí mismas, sobrevivimos pensando que «En este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira» (Ramón de Campoamor).
Creemos que la duda nos impide creer, confiar, tomar decisiones importantes en la vida, vivir con hondura y tomarnos la historia en serio … Muchas veces la duda nos sirve también como excusa, nos permite escondernos detrás de ella para evitar enfrentarnos con coraje a nuestra propia historia, a nuestra vocación, nos da una razón para no proyectar nuestra vida. Ante las dudas de JB, Jesús no responde con un discurso científico, psicológico ni teológico, … Le dice: mira, por donde yo paso hay amor, nace la compasión, vive la esperanza, resurge la misericordia perdida, vence la vida …
En el Evangelio si de algo no hay duda es de que “Dios es amor”, más que ninguna otra cosa, y que es el verdadero amor la mejor definición de Dios, su atributo más certero, y la innegable e indudable vocación de todo el que sigue a Cristo. Así, amar, servir, perdonar, ayudar, compartir y compadecerse nos acerca a Dios, dice de nosotros que estamos cerca de Dios, más que ningún discurso, teoría ni certeza teológica … En amar de verdad no hay engaño, y “el alma que anda en amor” no sólo “ni cansa ni se cansa”, como dice S. Juan de la Cruz … “el alma que anda en amor” no se equivoca ni engaña … Amar es siempre la mejor opción.
El Adviento, tiempo de espera y conversión, es una buena ocasión para mirar a nuestro alrededor y comprobar qué estamos sembrando … Si estoy despertando generosidad, esperanza, compasión, ilusión, si puedo decir que, por encima de todo lo que hago, AMO, entonces, por muchas dudas que tenga, estoy cerca de Dios … Lo peor que puede pasarnos no es dudar sino vivir la “fe del dementor”, que pasa por el mundo oscureciendo la vida propia y la de otros, que malvive de sembrar desesperanza, desconfianza, egoísmo y desamor, que se alimenta del pesimismo y se crece destruyendo los sueños y las esperanzas del Reino que Jesús está construyendo. Su beso es el “beso de Judas”.
Eduardo de Haza ss.cc.