Un religioso de los Sagrados Corazones es y se siente parte de la Iglesia, siente la vocación a la vida religiosa y sigue al Señor por este camino.
Entiende su vida como una respuesta personal y consciente a la invitación que Jesús nos hace de seguirlo a tiempo completo.
Vivimo los votos de pobreza, castidad y obediencia como el despliegue de tres grandes capacidades del hombre puestas al servicio de Jesús y su Reino.
El carisma de la Congregación es fundamento de nuestra vida nuestra misión.
De este deriva una determinada manera de comprender a Dios y relacionarnos con Él: “nuestra misión es contemplar, vivir y anunciar al mundo el Amor de Dios encarnado en Jesús”.
De la Eucaristía y la Adoración alimentamos nuestra vida y el compromiso, entrando en comunión con Jesús.
Buscamos la transformación del corazón humano intentando convertirnos siempre en puentes y lazos con el mundo y estando disponibles para las necesidades y urgencias de la Iglesia, otorgando fuerza a nuestra dimensión misionera que nos lleva a hacernos presentes allí donde nos necesiten.
Vivimos en comunidades abiertas, sencillas, caracterizadas por un estilo compasivo y misericordioso y que intentan transmitir un espíritu de familia.
Como religiosos de los Sagrados Corazones nos sabemos depositarios de un tesoro, los Corazones de Jesús y de María, que da sentido a nuestras vidas y es la clave a través de la que nos entendemos a nosotros mismos y a nuestra misión.