En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Mateo 24, 37-44
«Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé.
En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán.
Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa.
Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
El reloj o la alarma del Adviento, que ponemos en marcha este domingo 27 de noviembre, es acompañante que impulsa y despierta. Nos invita a velar, a permanecer vivos, activos, comprometidos, con un rumbo claro y no equivocado. Nos orientamos hacia Belén. Se atisba la Estrella en el horizonte. Ahora toca dejarse prender por la vela del primer domingo que se enciende en la eucaristía, que nos alienta a no caminar en la oscuridad ni en el ensueño, sino en la senda de la búsqueda, del encuentro y de la vigilancia. Pongamos el reloj de la oración y del compromiso en marcha. Es tiempo de conversión y esperanza. Estamos ya en Adviento. Suena un suave tic-tac de fondo en el engranaje de nuestra existencia.
¿Después de haber leído el evangelio de este domingo, nos surge una pregunta: ¿Cómo podemos aproximarnos a lo que es estar en actitud vigilante (cfr. Mt 24,37-44), tan primordial en Adviento? Sí, lo hemos hecho ya tantas veces que nos puede sonar a rutina. Eso, ¡jamás! El Adviento es novedad, viene Dios a sorprendernos.
Nos van a dar una sorpresa y no sabemos muy bien en qué momento vamos a recibirla. Si fueran a robar nuestra casa, ¿qué haríamos? Seguramente pondríamos una cámara que pudiese grabar en la oscuridad a los que fueran a acometer el hurto, o colocaríamos una alarma conectada a una comisaría de policía, o nos inventaríamos mil fórmulas… Pero tendríamos que estar atentos para que no se nos pasase ese duro momento con mil distracciones. Ojalá pillemos a ese “ladrón” que quiere quitarnos lo mejor del ser cristianos: la esperanza, la alegría, la atención a los otros, la escucha, el compartir, el poner corazón a la vida.
El Adviento es tiempo corto pero intenso, con el que abrimos un nuevo año litúrgico. Es como estrenar el calendario del año nuevo para sorprendernos por el Señor que se acerca a nuestras vidas y que puede que no nos demos ni cuenta. Pasan tan aprisa los días, tenemos tantas cosas en la agenda, en el móvil, en la mente, en el corazón, que puede que Él venga, llame a nuestra puerta y no estemos o estemos para otras cosas.
Será también necesario cuidar en este tiempo “fuerte” nuestra oración. Lo que más nos ayuda para estar en actitud vigilante. Enriqueta Aymer, la Buena Madre, Fundadora de nuestra Congregación de los Sagrados Corazones, cuya fiesta acabamos de celebrar el pasado día 23 de este mes, lo recomendaba insistentemente a los hermanos y hermanas, de una forma sabia y sencilla: “para hacer oración solamente hay que acercar el corazón al Corazón del Buen Dios”. Ojalá le hagamos caso. Ahora es nuestro turno.
¡Feliz tiempo de Adviento al tic-tac de la esperanza!
Fernando Cordero ss.cc.