Desde comienzo del año, nuestra Casa Damião cuenta con dos profesores que colaboran en la misión de esta obra, ayudando a los niños que pasan por aquí en acogida para recibir tratamiento médico a aprovechar su estancia también para estudiar. Su director, Igor Rodrigues, cuenta que “hace ya tiempo que nos dimos cuenta de que los jóvenes llegaban con un bajo rendimiento escolar, sobre todo las niñas musulmanas”. Con esta nueva iniciativa se apuesta por rentabilizar su tiempo. Sin duda está siendo una experiencia muy positiva. Es el caso de Aua, que con 13 años llegó sin saber escribir ni leer y en tan solo cuatro meses de estancia ha adquirido estas dos competencias. Para Igor “su entusiasmo y voluntad han facilitado la labor de los profesores”, confirmando que este es el camino a seguir.
También Manecas, uno de los jóvenes que vive en Casa Damião, ha terminado el equivalente a segundo de bachillerato en Portugal, en la rama sanitaria. Nos cuenta Igor que su sueño ahora es proseguir con sus estudios universitarios de Enfermería o Medicina para ‘poder ayudar un día a los niños que sufren la misma enfermedad cardiaca que él’. Así, “educación y salud van de la mano; porque el ciclo de pobreza que estos jóvenes viven solo se quiebra si apostamos firmemente por la educación”, afirma Igor.
Durante estos últimos meses, dos niños pendientes de ser intervenidos han llegado a la casa, para ser acogidos en lo que llega la intervención y se recuperan de la misma. Además, en el mes de junio, Belmira y Aua volvieron a su país de origen, Ginea-Bissau, después de un año de tratamiento en Portugal.
Cada vez que uno de estos pequeños se marcha, Igor confiesa que tienen sentimientos encontrados: “Por un lado está la alegría de verlas bien, y por otro, la tristeza por verlas partir”. Pero tiene claro que “esta es nuestra misión, los jóvenes recuperados tienen que volver a sus países para dar la oportunidad de sanar a otros”, nos cuenta.
Además, con motivo de la JMJ Lisboa 2023, la casa recibió a un grupo de jóvenes de la Parroquia de Amadora (Lisboa) este verano. Una experiencia compartida en un ambiente de encuentro, donde además, “cada voluntario pudo llevar consigo una pulsera con el nombre de cada niño de la casa, para que también ellos de forma simbólica participaran en el encuentro mundial con el Papa”. Con esta implicación y alegría, nos cuenta Igor que siguen trabajando por un mundo más justo, fieles al carisma de los Sagrados Corazones: contemplando, viviendo y anunciando al mundo el Amor de Dios.


