Evangelio Joven, Jóvenes SS.CC., PJV

Comentario al Evangelio Joven del 26 de mayo de 2024, Domingo de la Santísima Trinidad, ciclo B

Autor: Raúl Valverde ss.cc.

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.»

Mateo 28, 16-20

Ser hijos y hermanos

Me voy a quedar hoy con la frase del evangelio: “enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado”. Jesús enseñó muchas cosas, pero mandar, mandó pocas. Porque los discípulos se lo pidieron, les mandó que rezaran así: “Padre nuestro…” También les pidió que hicieran lo del pan y el vino para recordarle: “haced esto en memoria mía”. Y, finalmente, “amaos los unos a los otros como yo os he amado”.

Hoy me quedo con lo primero. Jesús nos enseña que Dios es nuestro Padre. Y el suyo. “Subo a mi Padre y vuestro Padre” le dice a María Magdalena. La relación filial es la relación de Jesús con Dios Padre. Y Jesús nos invita a participar de esa relación. Como Él a ser hijos. Lo dice la segunda lectura: “somos hijos de Dios”.

La Trinidad no es un misterio a desvelar o a entender, es una experiencia a hacer. La de ser hijo, junto con muchos otros. Y la de ser hermano. Hoy que hay tantas familias pequeñas de pocos hijos y hermanos, la llamada de Jesús es a entrar en la familia grande de los hijos de Dios. A vivir con los demás como hijos de un mismo padre: Dios Padre. Y hermanos de Jesús.

Ser y sentirse hijo es un reto en este mundo de familias rotas, de relaciones complicadas y, muchas veces, distantes. La paternidad de Dios es diferente. Su presencia cercana. Su amor intenso sin exigencias, pero con convicciones. Todos hijos, todos hermanos. A ello nos ayuda el Espíritu Santo. Bonito sueño, difícil de vivir sin dejar que Dios sea, de verdad, nuestro Padre. ¿Le dejas serlo?