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Comentario al Evangelio del 5 de noviembre de 2023, XXXI Domingo del Tiempo Ordinario ciclo A

Autor: Tomás Esquerdo ss.cc.

Evangelio Joven XXXI Domingo TO Ciclo A

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

Mateo 23, 1-12

Panza, Panza, mileurista

“Sé tu propio jefe”, “alcanza la libertad financiera” o “escapa del sistema”. Así es como rezan algunos de los anuncios a los que nos vemos sometidos constantemente en las redes. Los fariseos del siglo XXI toman forma de gurús que quieren ser llamados maestros, nos dicen como tenemos que vivir y clasifican la sociedad entre los que son como ellos y los que no. “Cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen”, porque de forma muy sencilla todos estamos expuestos a estos autoengaños del fariseísmo. Y es que, ¿quién no sueña con una casa grande, un coche más rápido y un cuerpo esculpido?

Todo ello puede sonar ridículo cuando nos acercamos desde los ojos de la fe. Nada más lejos de la realidad, los creyentes estamos igualmente expuestos a los engaños de la apariencia y la vida falsa. De hecho, puede que bajo la máscara de la bondad nos sean más difíciles de detectar los autoengaños por los que buscamos los asientos de honor, los halagos o los puestos de superioridad. Podemos detectarnos que en ocasiones hacemos cosas buenas por el beneficio que esto pueda reportarnos o por la buena imagen que de nosotros va a dejar.

Jesús no fue nunca un “bienqueda”. Se nos puede colar a los cristianos eso de ir haciendo y diciendo cosas para quedar bien; pensando que es eso lo que Jesús hizo y lo que pide de nosotros. Pero ser creyente no puede ser una cuestión de apariencia, sino de esencia. No podemos solo parecerlo, debemos ser creyentes. Del mismo modo que tampoco nos vale con decirlo, sino que tenemos que demostrarlo con nuestra forma de vivir. Pues ya lo dice Santiago en su carta: “muéstrame tu fe sin obras, y yo te mostraré por las obras mi fe” (St 2,18).

La cuestión en todo esto es ante quién tenemos que demostrar nuestra fe, ante quién nos mostramos creyentes. Pobres de nosotros cuando utilizamos la fe para ser vistos o ser reconocidos. Entonces, no solo instrumentalizamos la fe, también nosotros nos convertimos en esclavos del objetivo que perseguimos. Así como los gurús actuales viven presos del dinero, del físico o del reconocimiento, nosotros los cristianos nos encadenamos a la imagen de bondad, olvidando la verdadera Bondad.

Así, podríamos decir que ser cristiano es inútil, no sirve para nada. O por lo menos no debería perseguir una utilidad. No busca posicionarse bien en la sociedad, quedar bien delante de sus suegros, que le alaben lo bueno que es y todo el bien que hace. Incluso ir a misa no sirve de mucho si pensamos en términos de utilidad. La acción cristiana solo se entiende desde la búsqueda de sentido y el encuentro con el Amor. Sentido al interior de las cosas y de uno mismo, no en la corteza de nuestra vida, más bien en las raíces existenciales. Y amor que mueve desde dentro a ir más allá de nosotros mismos, a salir, pues descubrimos en nosotros a Alguien que nos sobrepasa. Por eso haz lo que tengas que hacer, pero busca siempre a Cristo, el Amor que llama amar y llena de sentido. Que Él sea tu jefe y tu maestro.