En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.
Marcos 1, 21-28
Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»
Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él.»
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.»
Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
¿Qué hay de nuestras convicciones?
Nos adentramos con Jesús, en lo que se conoce como la “jornada de Cafarnaún”. El Evangelista Marcos, nos ofrece un pasaje con un montón de matices, que requiere de nuestra parte, poso, sabor y tiempo.
De tanto cuanto nos ofrece, quisiera que nos detengamos en esta referencia a la novedad que se subraya sobre la autoridad de Jesús. Quienes lo escuchan, perciben que enseña con autoridad diferente a la de los escribas.
Me surgen tres matices a considera para esta palabra Autoridad:
- Enseñar con autoridad, no es que Jesús fuera autoritario. Y que, por tanto, los que lo escuchan sean personas que se adaptan a una autoridad impuesta.
- Tampoco por autoridad entendemos que Jesús, se esté refiriendo al cumplimiento de la ley, y esté remitiéndonos a responder sin autonomía, sin pensamiento crítico, por nuestra parte.
- La autoridad en Jesús, y por lo cual resulta novedoso para quienes la perciben, quizás tenga más que ver con la convicción.
Jesús, sabe de lo que nos habla, porque tiene experiencia de ello. Y, esto que él refleja cuando habla, se convierte también para nosotros hoy, en una invitación a considerar.
Cuando a otros les hablamos de Dios, ¿nos posicionamos con imposición, nos referimos al cumplimiento sin más y sin saber nosotros por qué?, o somos portadores de una convicción experimentada en la relación con Dios, de modo que con fuerza podamos también enfrentar a los que reaccionan, reconociendo en nosotros la fuerza que viene de parte de Dios.
En todo cuanto a la fe y al seguimiento se refiere, no olvidemos de cuánto provoca, convoca y ayuda, que seamos convincentes, que sepamos de lo que estamos hablando, porque somos los primeros testigos de lo vivido.
A veces la convicción puede provocar reacciones en los otros, como la del endemoniado. Que nos devuelve una pregunta incómoda. Pero que, estando sostenidos como Jesús, en la relación con Dios y en saber desde donde hablamos y decimos, se nos regala la fuerza para colocar la respuesta adecuada.