Evangelio Joven, Jóvenes SS.CC., PJV

Comentario al Evangelio del 28 de abril de 2024, V Domingo de Pascua ciclo B

Autor: José Luis Pérez ss.cc.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»

Juan 15, 1-8

Las tijeras de Dios

“A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto”

Si tuvieras unas tijeras que fueran capaces de cortar aquellas cosas que son un lastre para tu vida, ¿qué cortarías? Piénsalo: actitudes, comportamientos, adicciones, relaciones dependientes, pecados, ritmos y estilos de vida, pensamientos destructivos, sinsentidos, vacíos, sobrecargas, etc. ¿No te gustaría liberarte? ¿renovarte?

Lo que pasa es que, cuando cambiamos, acudimos a veces a estrategias que son más de lo mismo: nuevas relaciones raras, una vida más cuadriculada, búsquedas compulsivas de novedades, dejarse llevar impulsivamente por lo que me apetece, escaqueos, evasiones, etc.

El pueblo de Israel se vio a sí mismo en esta dinámica que describo: buscaron su vida y su consuelo en cosas que estaban vacías. Creyeron que eran una viña hermosa y grande, pero sus frutos eran pocos y malos. Y mira que algunos eran religiosos. Dios les había dado tijeras para cortar lo que sobraba: una buena ley, unos profetas que le recordaban la voluntad de Dios, unos sabios que le enseñaban a vivir con sentido. Pero no, prefirieron seguir la inercia. ¿Había esperanza?

Dios podría haber arrasado tu vida, tu viña. Decirte: no das fruto, voy a arrancarte de raíz, a olvidarte. Pero hizo otra cosa contigo, mucho más radical: por el bautismo te dio otra savia más saludable, infinitamente mejor y eterna: su Hijo Jesús. Él es la vid y tu vida es un sarmiento que, alimentada por su savia, te regenera por dentro para que des frutos buenos, tuyos, que hagan más bonito este mundo y sirvan de alimento a otros que pasen por tu vida.

Pero para eso una condición: une tu corazón a su Corazón con toda tu alma.