En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Juan 14, 15-21
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque. no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».
Hace unos días, volviendo a casa de la universidad, comentábamos una amiga y yo que hoy día seguir a Jesús en ocasiones resulta difícil. Ella me decía que a veces la fe nos hace sufrir. Ciertamente, de algún modo, que Jesús nos elija, nos diga que nos quiere, que desea que le sigamos y que le amemos como a un amigo, remueve inevitablemente el corazón y trastoca nuestra vida.
Las primeras comunidades cristianas sufrieron mucho a causa de su fe en Jesús. Ellos se reconocían como seguidores de Cristo, cristianos; y la gente les reconocía también como tal. Todavía hay muchas personas que son perseguidas a causa de su religión y muchas las que siguen a Jesús sabiendo que con ello comprometen verdaderamente su vida.
Imagino que para muchos de nosotros no siempre se hace fácil vivir abiertamente la fe. Muchos verán con buenos ojos el mandato de Jesús de amar al prójimo, pero pocos comprenderán su llamada a ser amigos suyos, amar a Jesús y vivir en relación con él; es lo que pide hoy Jesús a sus discípulos. Si nos paramos a pensarlo, como decía San Pablo, seguir de este modo a Cristo es, para el mundo actual, una necedad, algo nada práctico, cosa de locos.
Jesús promete que seguirá estando presente dándonos su Espíritu, el paráclito, en griego “el llamado para defender”, hoy diríamos ‘el abogado defensor’. ¿Es qué acaso necesito que me defiendan? ¿De qué? Yo pienso que sí. A veces necesito que alguien me defienda incluso de mí mismo, invitándome a salir y darme a los demás; a veces necesito que me saquen de la indiferencia, del miedo, del vivir anestesiado y guiado por lo que a veces rige en la sociedad; a veces necesito fuerzas para amar y entregarme en lo concreto a mis hermanos. Cada vez creo con más fuerza que hay que ser valiente para amar. Del mismo modo hay que serlo para entregar la vida por los demás, aunque eso la complique.
De este modo seremos testigos de Jesús. Este será nuestro carné de identidad de amigos y seguidores de Jesús. En Chile, cuando una persona muestra, con algo que dice o hace, que no pertenece a esa generación, es decir, que está un poco anticuado o pasado de moda, se utiliza la expresión “se te cayó el carné”. Mi deseo es que se nos caiga a nosotros también en cada momento el carné de amigos de Jesús, que en cada palabra o gesto podamos ser testigos suyos.
Pidamos a Jesús que nos envíe su Espíritu para que podamos permanecer en él en medio de la adversidad, que nos haga valientes, generosos y alegres en la entrega, del mismo modo que lo fue nuestro hermano Damián. Su carné de identidad fue el de aquellos con los que Jesús se identificaba, sus amigos, los leprosos.