Confía
Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Mateo 14, 22-33
Jesús les dijo en seguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!»
Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.»
Él le dijo: «Ven.»
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame.»
En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» En cuanto subieron a la barca, amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él, diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios.»

Seguimos de verano, tiempo de actividades extraordinarias: JMJ, campos de trabajo, campamentos… Yo mismo vengo del campamento de verano de nuestra parroquia de Málaga la semana pasada. En estos campamentos hay una actividad especialmente esperada (a veces más por los monitores que por los niños): el pasaje del terror. En esta actividad se da un fenómeno curioso, los niños saben que están en la misma casa y con los mismos monitores en los que han confiado toda la semana. Ellos saben que no hay nada que temer, y sin embargo, apagando algunas luces y poniendo un poco de música inquietante, todo cambia.
Algo así les pasó a los discípulos en aquella oscura noche. Solos y asustados, Jesús se les presenta delante, y les dice quién es (como hacemos en los pasajes del terror con los niños pequeños). A pesar de ello, los discípulos no terminan de creerle, y Pedro, tan astuto y desafiante como de costumbre, decide ponerle a prueba: “si eres tú, mándame ir a ti”. Y Pedro oye la llamada de Jesús: “Ven”, y comienza a hacer lo imposible, a andar sobre las aguas. Pedro se acerca a Jesús, pero al desviar su atención hacia la fuerza del viento, comienza a hundirse… y al pedir auxilio encuentra, como siempre, la mano del Señor.
Hay distintos momentos de este pasaje con los que podemos sentir que nuestra vida se identifica: quizás estamos asustados en la barca, creyendo que nuestra vida va a la deriva, quizás en Jesús vemos un fantasma, alguien de quien no nos terminamos de fiar, puede que estemos poniéndole a prueba o, tal vez, andando sobre las aguas con los ojos fijos en Él. También puede que hayamos caído y necesitemos que su mano nos levante… ¿Dónde estás? Sea dónde sea, Jesús te llama, y te invita a caminar sobre las aguas. ¿Hacia dónde te está llamando Jesús este verano? No temas, es Él. Confía.