Si has visitado Jerez sabes que, cuando te aproximas a la parroquia de San Pablo, te abruma una sensación de sobrecogimiento. Parece que sales de un mundo y entras en otro bien distinto, ubicado en una hondonada que lo separa del resto.
La presencia aquí de los Sagrados Corazones es una de las presencias religiosas en márgenes que la Provincia quiere seguir cuidando con mimo, a la luz de lo establecido en los últimos Capítulos Provinciales. Su contexto, su modo de vida y su proyecto de acogida la convierten en un lugar muy importante para la vida de la Provincia. Una comunidad que, pese a las circunstancias, no se reconoce encerrada en este contexto cultural concreto, ya que por los cargos provinciales de sus miembros y por la actividad de la casa de convivencias Padre Damián, mantiene una fuerte relación con la Provincia y con la Congregación a nivel internacional. Una mirada más amplia que valoran para también acercarse, desde ahí, a la realidad que viven cada día.
La Congregación llegó aquí a la vez que el barrio. La primera generación encajó muy bien con la parroquia, ya que compartían los mismos sueños, pero, como comenta Joaquín Garre ss.cc.: “Los tiempos han ido girando en otra dirección. Aquellas generaciones pudieron estudiar y progresar, buscando mejores horizontes para sus vidas y mejores lugares para vivir”. Las generaciones que se quedaron en el barrio tenían ya otras procedencias. “La droga acompañó y animó el deterioro social y familiar”, afirma. Hoy, se trata de un barrio envejecido, empobrecido y convertido en un supermercado de la droga.
1) Su contexto supone un gran choque cultural: Nunca se acostumbra uno a vivir en un barrio como este. Al contexto de pobreza se suma la marginación, la exclusión social, el abandono. No se trata de un lugar donde hacer un voluntariado o tener un proyecto o actividad social, sino que todo lo que envuelve a la parroquia es un contexto muy deteriorado. Y así también envuelve la vida de los religiosos que allí conviven. Aquí llegan los que no tienen otro lugar. Porque los que pueden, se van. Y la Congregación decide quedarse.
Curro Cruz ss.cc. afirma que “la desestructuración y falta de proyecto vital en muchas de las personas que viven en este contexto les imposibilita para comprometerse con la educación propia, o de los hijos, con una estabilidad afectiva o familiar, con el movimiento asociativo o vecinal y por supuesto con procesos de evangelización de la parroquia». Es tierra árida, donde difícilmente podremos cosechar próximamente. Pero también es tierra fértil, pues la habitan personas, hermanos a los que acompañar, acoger, escuchar. Personas que necesitan que velen por su dignidad y que no las dejen a su suerte. “Es el lugar donde yo he visto la agresividad y la impulsividad más a flor de piel”, cuenta Curro. Y parece algo propio de este contexto que se describe, pero exige, de los religiosos y de la comunidad parroquial, claridad, decisión y anticipación ante los que se acercan a la parroquia.
“Da igual de qué punto vengas de nuestra Provincia Ibérica, lo primero es el choque cultural”, dice Joaquín: Las calles están sucias, los edificios sin pintar, el nivel cultural es bajo, se visibiliza la compra y venta de drogas y la relación con presos o familiares de presos. Las voces y los gritos de los vecinos, los perros, los fuegos en las bañeras viejas o bidones en las calles en invierno, “uno no acaba de acostumbrarse a ello”, dice Curro.
“La cárcel, la parroquia, la gente, te exponen a uno cuota de sufrimiento, dolor, callejón sin salida, muerte… que no había experimentado antes”, dice Curro, que continúa: “Este lugar te pone a prueba sobre la capacidad del dolor que eres capaz de acompañar y de cómo asimilarlo. Es un lugar para descubrir cuánta esperanza hay en tu corazón, para contrastarte en la fe en el Dios de la vida, en el Dios que vence a la tiniebla y la muerte. Te despoja de certezas, respuestas y caminos fáciles para adentrarte en el misterio y confiar. Te permite descubrir si lo que has aprendido, reflexionado en la cabeza, realmente es algo asumido existencialmente. Te hace enfrentarte a algunas verdades de fe no desde lo teórico, sino desde lo experiencial”.
2) Vivir en las periferias y con los marginados: Francisco nos invita a salir a las periferias. Nos habla constantemente no solo de abrir las puertas de los templos, si no de salir allí donde esta el que necesita de nosotros. Así lo hizo Jesús, iba por los caminos encontrándose con todo aquel que estaba necesitado de su presencia. Y esto debe iluminar el camino de cómo estamos en las diferentes obras de la Provincia. Gastar tiempo con el otro, compartir la vida con él, conocerlo para poder acoger aquello que va viviendo, es una característica primordial de la vida religiosa y su modo de estar en el mundo. Por eso Curro recuerda que aquí, en Jerez, “es necesario insertarse con la gente. Salir a las calles y a las plazoletas, donde los vecinos hacen mucha vida, para ir a su encuentro”. Algo para lo que dice que, ni los religiosos ni los laicos, estamos preparados aún. De hecho, la mayoría de los voluntarios de la parroquia viven fuera de este entorno. Hay muchos pasos aún que dar en este sentido, pero como Joaquín reconoce, hay recorrido hecho: “Estamos en el lugar que tantas veces comentamos, en los márgenes, en los cruces de camino, en los lugares de frontera, en el sitio donde la presencia de Cristo es más necesaria”.
Esta presencia religiosa ya es el único lugar de la Provincia en el que se convive en un bloque de pisos, con lo que todo ello supone (de relación con los vecinos, de preocuparte por la comunidad de vecinos”. Esta característica también puede animar la vida en el barrio. “Aunque nuestra casa es grande para tres hermanos, no deja de ser un tercer piso sin ascensor”, dice Curro. A lo que Nacho Moreno ss.cc. añade: “Hacer la compra es una cosa simple, pero pesada si hay que subir tres pisos con bolsas llenas. Al llegar aquí propuse hacer la compra online, pero aquí nadie lo hace, así que sería extraño que nosotros sí. En el barrio compran poco de una vez, casi siempre lo barato y mucha comida basura. Todo ha subido y se nota”. “También hemos ido asumiendo más tareas domésticas: lavadora, tendedero, compra, bricolaje casero…”, dice Curro.
Esto es “la piedra en el zapato que te hace ir adaptando tu vida al contexto, y entendiendo que, aquí, puedes ser un auténtico discípulo del Maestro”, dice Joaquín. “Hay factores que te descolocan y te desinstalan, pero precisamente ahí está lo bueno para un religioso: El piso 3º sin ascensor obliga a hacer ejercicio; la situación del barrio y nuestras diversas obligaciones obligan a coger el coche o ir andando; la presencia de drogadictos o compradores, obliga a ser cauto; la presencia de presos en casa, obliga a cerrar puertas con llave; la presencia de personas con muchos problemas obliga a estar dispuestos a escuchar y dedicar tiempo”.
3) La acogida a internos, una opción de vida: Formar parte de la pastoral penitenciaria abrió un nuevo campo de acción y un nuevo modo de estar en la comunidad religiosa de San Pablo. Había una gran necesidad que cubrir para echar una mano a los internos que no podían salir de permiso. Y la comunidad decidió compartir su espacio, perder su intimidad y configurar sus agendas y vida para dar la posibilidad a diferentes presos de acceder a permisos penitenciarios. Una opción de vida que configura su modo de estar en casa, sus tiempos y en mucho, su agenda.
Desde que empezó el proyecto han sido acogidas en casa 54 personas en segundo grado y 4 en tercer grado. Durante este curso 2022-2023 ya han venido 12 personas, de las cuales continúan viniendo a fecha 31 de mayo, 5 personas. Estas 12 personas han disfrutado de 12 permisos de 3 días y 26 permisos de 6 días, desde el 1 de septiembre a 31 de mayo.
Este curso, la comunidad ha tenido tres habitaciones para acoger a internos de permiso, por ello los 38 permisos totales se han distribuido en 17 periodos de tiempo. Si sumamos todos los días que ha habido personas en casa durante este curso, han sido 80 días.
4) El trabajo en red, gran aliado: El desarrollo del proyecto de acogida y la situación del barrio que acoge la Cáritas Parroquial, ha dado a esta comunidad la oportunidad de conectarse y trabajar en red con diferentes personas e instituciones, tanto públicas como privadas. De esta manera, se pone de manifiesto que es posible ser voz pública, presencia y testimonio de la Iglesia en estos contextos, donde desgraciadamente hay muchos prejuicios e ideas preconcebidas sobre el hecho religioso, sobre el cristianismo y sobre la propia Iglesia. Añade Curro que “en esta presencia la conexión con el arciprestazgo y la vida diocesana es muy fuerte. Lo cual también nos permite conocerla y que nos conozcan”. Algo imprescindible para seguir trabajando en red. Por eso siempre se muestran disponibles para sustituir a los curas en aquello que necesiten.
5) La ‘expropiación de uno mismo’: Un término que acabamos de acuñar y que se refiere a cuando el individualismo, en el más puro nivel, en el que se refiere a llevar tareas y cargos adelante y en el que está relacionado con la intimidad, con la vida familiar religiosa y con la agenda, se vacía en esta realidad. Entonces, los religiosos sufren una expropiación de sí mismos para entregarse a la tarea que Jesús les encomendó. “Cuando llegué aquí muchas cosas de lo antes descrito se quedaba de puertas para fuera de nuestra casa. El proyecto de acogida supuso meter muchas de esas cosas en casa. El cuarto se convierte ya en el último reducto, aunque a veces, incluso se sientan en la cama para hablar si tú estás trabajando en la habitación”, cuenta Curro.
Dice Joaquín que esta es una buena presencia religiosa “que fuerza a trabajar en equipo, a romper con el individualismo que todos llevamos tan metido, a algunas estrecheces y, a la vez, a estar cercanos a nuestro pueblo, a la gente que Dios nos ha puesto delante”.
En este contexto, la forma de trabajar de la comunidad religiosa es quizás diferente a la practicada en otros lugares. En la comunidad de Jerez nadie es imprescindible. Ninguna tarea o misión tiene nombres y apellidos. Las peticiones, tareas, celebraciones, son asumidas por la comunidad y son realizadas según van organizando la agenda. Por eso, recalca Curro que “no es que haya facilidad para sustituirse, es que muchas tareas no son de un hermano concreto, sino que las asumimos comunitariamente o no las asumimos, como pasa con las capellanías”. De esta manera, continúa Joaquín, “no hay ‘mi misa’ o ‘mi grupo’”. Y aunque no es fácil, así, “las tareas no se estancan y la gente no oye una sola voz’, afirma.
Curro lo tiene claro: “A pesar del coste que tiene vivir aquí, para mí es una experiencia de gracia. Mucho de lo que me llevó a la vida religiosa en mi llamada vocacional, lo he encontrado aquí, en esta presencia, en esta comunidad”. Este es un buen lugar para vivir una vida religiosa comprometida con la gente y con el Reino, como dice Joaquín: “Un lugar que es exigente para la fe, la paciencia y la esperanza. Un lugar de oración, pues hay mucho que transformar y cambiar; un lugar para acompañar procesos y con muchos campos de evangelización por abrir todavía. Nuestra presencia aquí es como un pequeño pantano en medio de la seguía, porque sin decirlo, estamos invitando a que se puede vivir en comunidad, se puede recibir un preso en casa; porque es una persona y un hijo de Dios. Se puede amar a un pueblo, aunque ese pueblo haya dejado de creer en sí mismo. A través de la parroquia, desacertada o acertadamente, les decimos que Dios sigue habitando en medio de su pueblo, que no los abandonará”.