Jesús nos pide en el Evangelio que seamos dignos de él. Lo repite hasta tres veces. Con frecuencia empleamos nosotros esta misma expresión: no es digno de ser mi amigo, mi socio, mi compañero, mi hijo…, o no merece tener mi confianza.
¿Qué nos está sugiriendo, pues, Jesús? El evangelista Mateo coloca estas advertencias de Jesús precisamente al final del discurso apostólico o del discipulado. De ahí que la frase de Jesús no es digno de mí equivale a no es digno o no merece ser discípulo mío.
¿Qué nos pide entonces Jesús para que merezcamos ser discípulos suyos? Con entera claridad el mismo Jesús nos responde: ¡Tenéis que amarme con un amor superior a los demás amores: El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. Ser discípulos de Jesús nos exige que él sea el centro de nuestro corazón y que ese amor nos impulse a ser discípulos-misioneros.
No es preciso insistir en que Jesús, al proponernos estas exigencias para seguirle, no está suprimiendo el cuarto mandamiento ni está en contra del amor al padre, a la madre o a los hijos, sino que nos señala que ningún afecto, ni siquiera el familiar, debe impedirnos escuchar su llamada y seguirle.
A continuación Jesús da un paso más y nos propone cargar con la cruz y seguirle: Y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí. Cargar con la cruz y seguir a Jesús implica que el amor a Jesús no puede reducirse a un mero sentimiento por muy profundo que sea; el amor a Jesús tiene que proyectarse en la imitación de su vida y en seguir con decisión sus pasos, aunque ese seguimiento pueda llevarnos a tener que subir al Gólgota, esto es, a la entrega total por Dios y por los demás: Condujeron a Jesús hasta el Gólgota… Después lo crucificaron (Mt 15, 22.24).
Llegado a este punto no puedo menos de recordar el seguimiento del P. Damián de Molokai que escribía: Si me dieran la posibilidad de salir de aquí curado, respondería sin dudarlo: Me quedo para toda la vida con mis leprosos… Intento subir despacio mi camino de la cruz y espero encontrarme pronto en la cima de mi Gólgota.
Jesús añade hoy: El que pierda su vida por mí, la encontrará. Damián perdió su vida por su Maestro y sus queridos leprosos; por eso Damián encontró su vida en plenitud. Poco antes de morir, decía: El buen Dios me llama a celebrar la Pascua con él. |